El Fin de la Postmodernidad y el Nuevo Orden Emergente (I)


«El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos» -  Antonio Gramsci

En momentos de crisis histórica, de cambios de paradigma, las estructuras antiguas están desmoronándose pero las nuevas no han podido consolidarse completamente, creando un vacío en el que emergen fenómenos que Gramsci llamaba "monstruos", fenómenos peligrosos que deben ser enfrentados para poder construir un mundo nuevo.

Muchos están hiperventilando por las políticas de Trump y con razón. Las cuestiones están progresando rápidamente desde cuestiones ideológicas y consideraciones económicas hacia cuestiones de soberanía. El mundo ha cambiado y eso crea incertidumbre y ansiedad. Viejos paradigmas se están desmoronando y parece el caos, pero si quitamos el ruido y la propaganda - y tomamos una visión evolutiva a largo plazo - hay orden dentro del caos para el que sabe mirar. La transformación que estamos presenciando a nivel global no es solo un cambio de gobierno o una coyuntura pasajera. Es una mutación estructural, tanto geopolítica como cultural, que redefine las reglas del juego.

Trump ha roto con el orden liberal globalista que dominó el mundo tras la Guerra Fría. Su política de America First, su escepticismo ante el multilateralismo y su énfasis en la reindustrialización y el realismo geopolítico han sacudido la estructura que daba estabilidad a la hegemonía estadounidense. Pero no estamos presenciando un simple giro conservador, sino la manifestación de una ola cultural y política que responde al fracaso y agotamiento de esa ola cultural que llamamos postmodernidad. Algo de lo que llevo avisando desde al menos el 2016. 

Más allá de opiniones personales sobre Donald Trump, su administración representa un punto de inflexión. No se trata solo de un presidente controvertido, de un cambio en las Relaciones Internacionales o de una agenda política específica, si miramos con atención podemos intuir la expresión de una tendencia mucho más profunda: los inicios de la transición de una fase cultural postmoderna a una nueva etapa de valores emergentes.

Es evidente que en el gobierno de Trump hay un componente neoconservador muy fuerte. Y aunque en la pintura y en la propaganda se denote un neoconservadurismo para las masas, y aunque eso pueda despistar a la mayoría, a nivel más profundo se puede intuir un paso de los postulados postmodernos a otros postulados "integrales". Si quitamos el ruido de la propaganda para las masas de australopitecos (El 60% de los estadounidenses tienen un nivel de alfabetización de 6.º grado o menos - el 6º grado es el equivalente al 5º de educación primaria o al 6º de la antigua EGB - lo que explica muchas cosas...)  podemos apreciar que detrás de los movimientos de Trump y su equipo lo que subyace es la necesidad de un cambio de paradigma cultural. 

Para entender lo que está pasando podemos recurrir a la Dinámica Espiral y al Modelo Integral de Ken Wilber, herramientas que nos permiten analizar la evolución de los sistemas de valores y estructuras sociales en un marco más amplio.

Las olas culturales no son lineales y duran décadas o incluso siglos. Las crisis son precisamente momentos en los que un paradigma muere y otro surge. El paradigma postmoderno, nacido como una reacción contra los excesos del modernismo racionalista y materialista, se basó en la deconstrucción de los grandes relatos, la exaltación del relativismo y la fragmentación de la identidad en términos de raza, género y victimización. Este movimiento tuvo su utilidad inicial al cuestionar estructuras de poder obsoletas, pero terminó derivando en una ideología tóxica que ha conducido a la parálisis cultural y política.

El progresismo woke, que ha dominado la política y las instituciones occidentales, ha empujado a Occidente a un callejón sin salida. La narrativa de opresores y oprimidos, la censura del pensamiento divergente y la obsesión por la justicia social basada en identidades colectivas han debilitado el tejido social y económico de nuestras sociedades. Pero esta ola cultural que se tornó dominante a partir de los años 70 ya ha alcanzado su punto de inflexión.

El fracaso del postmodernismo no solo es evidente en el ámbito cultural, sino también en el geopolítico. Europa ha sido el mayor exponente de esta ideología, confiando ciegamente en la paz perpetua y la gobernanza burocrática mientras dependía del paraguas protector de USA para su seguridad. La invasión de Ucrania por parte de Putin no hizo reaccionar a los líderes europeos; lo que realmente los ha sacudido es el repliegue estadounidense y el reconocimiento de que ya no pueden contar con la protección incondicional de Washington.

La Dinámica Espiral nos ofrece una forma de entender la evolución de los sistemas de valores. Según este modelo, la sociedad ha atravesado diversas etapas:

  • Rojo (Egocéntrico): Dominado por la fuerza y el poder personal. Piensa en los vikingos.

  • Azul (Tradicionalista): Basado en el orden, la religión y la disciplina. Piensa en el Islam o el catolicismo de las monarquías europeas. Piensa en el fascismo y el comunismo.

  • Naranja (Modernista): Enfatiza la ciencia, la razón, el progreso y el capitalismo. Piensa en los ejecutivos de las multinacionales y en Wall Street

  • Verde (Postmoderno): Centrando en la justicia social, el ecologismo, el relativismo y en la exploración del Yo interior. Piensa en los hippies.

La crisis actual es el colapso del paradigma verde postmoderno, que al negar toda jerarquía y estructura ha generado caos y debilidad. La postmodernidad trajo consigo avances fundamentales como la conciencia ecológica, la crítica a estructuras de poder opresivas, la reconexión con el mundo interior olvidado en una modernidad orientada al estudio de la realidad exterior y material, o el valor de la tolerancia de las diferencias y el pluralismo. La sospecha postmoderna hacia los grandes relatos permitió desmantelar ideologías totalitarias y dio paso a sociedades más inclusivas y abiertas. Sin embargo, estas mismas ideas fueron distorsionadas y llevadas al extremo, transformándose en dogmas inflexibles y autoritarios que han sofocado el pensamiento crítico y el debate real.

En lugar de fomentar una sociedad más libre y plural, el relativismo absoluto y la obsesión identitaria han conducido a una fragmentación social, a la censura bajo la apariencia de "seguridad emocional" y a una cultura de victimización que reemplaza la meritocracia por una competencia por el estatus de oprimido. Las élites políticas y corporativas han instrumentalizado estas ideas para dividir a la población, creando un clima de miedo y conformismo en el que la disidencia es castigada y la lealtad ideológica se convierte en moneda de cambio para el acceso al poder y los recursos. Unicornios y arco iris, pensamiento mágico que confunde los deseos con realidades. Subversión de valores y subversión ideológica. El cambio climático se convirtió en un negocio hipócrita y en la excusa para capturar dinero publico a raudales. Así, lo que comenzó como una crítica legítima a las injusticias ha terminado siendo una herramienta de manipulación y control.

Para sobrevivir en el nuevo mundo multipolar basado en el poder duro de las armas y la economía, Europa necesita abandonar la utopía de las emisiones cero y el cambio climático, reindustrializarse, invertir en defensa con una visión estratégica del futuro y cerrar la inmigración descontrolada que está fragmentando la cohesión social. También necesita reformar su burocracia como lo está haciendo USA, eliminando el despilfarro y las corrupción, incluso si esto encuentra resistencia en los lobbies de poder fuertemente atrincherados. El que la crisis haya pasado a cuestiones de soberanía ayuda a esto, al introducir sentido de urgencia y necesidad. En otras palabras, Europa necesita madurar y asumir su propia supervivencia sin depender de Estados Unidos.

En un modelo evolutivo, la salida hacia adelante no es volver hacia atrás a la seguridad conocida del conservadurismo ni a la razón de la modernidad, aunque ahora lo parezca y en cierta manera también sea necesario para acabar con los excesos y la degradación ocurrida bajo el marxismo cultural woke postmoderno. La salida hacia adelante es integrar los aspectos positivos de la moral postmoderna como la sensibilidad medioambiental, la reconexión con las emociones, la exploración del yo interior o el valor de la empatía y la solidaridad - pero sin caer en los excesos y degradación de la enfermedad woke - para tener una visión más profunda e "integral" de la realidad.

El fracaso social y económico de la postmodernidad no significa un retorno a valores tradicionales (Azul) o meramente capitalistas (Naranja), ni tampoco quedarse estancado en una postmodernidad fracasada, sino en la emergencia de un nuevo nivel: el nivel Integral (Amarillo/Turquesa).

Los valores de esta nueva etapa, de este nuevo mundo que esta empezando a surgir incluyen:

  • Síntesis en lugar de fragmentación: Integración de lo mejor de los paradigmas previos en lugar de su destrucción.

  • Jerarquía funcional en lugar de igualitarismo extremo: Entender que hay roles y estructuras necesarias para el orden social.

  • Sostenibilidad realista en lugar de utopías ecológicas: Desarrollo tecnológico y económico compatible con el medio ambiente, sin caer en extremismos.

  • Fronteras y cultura con propósito: Rescatar la identidad y cohesión de las naciones sin caer en nacionalismos excluyentes.

  • Innovación y adaptabilidad: Abrazar la transformación en lugar de resistirse al cambio.


Nos encontramos en el fin de una era y el nacimiento de otra. La postmodernidad ha colapsado bajo su propio peso y una nueva visión del mundo está emergiendo. Como en todo cambio y transformación hay resistencias, lo viejo, la vieja concepción del mundo, los viejos paradigmas se resisten a morir mientras lo nuevo que está surgiendo todavía no está consolidado. Cada etapa tiene su tiempo, cada ola cultural su recorrido. Y debe ser así porque los problemas surgidos de una ola cultural no se pueden resolver desde esa misma ola cultural, desde ese mismo nivel de conciencia.

Por eso no podemos aferrarnos ni a los dogmas del pasado ni a los delirios utópicos de la izquierda woke. Es hora de abandonar los unicornios y arco iris recuperando el sentido de propósito y evolucionando hacia un futuro basado en la síntesis, la responsabilidad y la adaptabilidad. 



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