El Parlamento de Canarias y la negación del etnocidio: historia, identidad y poder (I)


Recientemente, el Parlamento de Canarias ha rechazado lo evidente y se ha negado a declarar como "etnocidio" la conquista de las islas por parte de España en el siglo XV. Esta decisión no es un hecho aislado, sino que se inscribe en un debate más amplio sobre el papel de la historia y la identidad como instrumentos de poder y control. Dicho de otra forma, es parte de una estrategia más amplia de control de la memoria histórica. 

Pensadores como Cheikh Anta Diop o el coronel español Pedro Baños sostienen que el control de la memoria histórica es un arma de dominación o resistencia, dependiendo de quién la maneje. El rechazo a reconocer un etnocidio en la conquista de Canarias responde a una estrategia política que busca consolidar una narrativa histórica que favorece a los intereses españoles en Canarias. Según Pedro Baños, "la historia es un arma tan poderosa como los misiles", ya que su control permite legitimar estructuras de poder y deslegitimar reclamaciones de pueblos que han sido sometidos. En este caso, la negativa del Parlamento refuerza una visión de la conquista como un proceso de integración y civilización, en lugar de un acto de violencia que supuso la desaparición y degradación de una gran parte de la cultura e identidad aborigen canaria.

El reconocimiento de un etnocidio no es un simple debate semántico; tiene implicaciones políticas directas. La identidad de un pueblo, como argumenta Diop, depende de tres factores: el histórico, el lingüístico y el psicológico. Cuando uno de estos factores es debilitado o destruido, la identidad del pueblo también se resquebraja. En Canarias, el desarraigo histórico contribuye a la construcción de una identidad que se percibe más española que autóctona, favoreciendo la integración política con el Estado español y desactivando posibles reclamaciones de mayor soberanía o de una autonomía cultural más profunda.

La conquista española y la posterior colonización provocaron la supresión de gran parte de la cultura aborigen canaria, incluyendo su lengua, creencias espirituales y parte de sus costumbres. Esto generó un sentimiento de desarraigo y pérdida de identidad en la población. La sociedad canaria se estructuró en torno a criterios étnicos y sociales, con los colonizadores españoles en la cima y los aborígenes canarios relegados a los estratos más bajos. Esta situación generó una profunda desigualdad y discriminación que se extiende hasta la actualidad. A pesar de la represión ni la sangre ni la cultura aborigen desaparecieron por completo, dando lugar a un mestizaje y a un sincretismo cultural.

En el contexto de la geopolítica y dominación de los pueblos conquistados este tipo de decisiones no son inocuas. Como señala Baños, los Estados utilizan la historia para cohesionar a sus poblaciones o, en otros casos, para dividir y debilitar a sus adversarios. Si el Parlamento hubiera reconocido el etnocidio, habría abierto la puerta a un cuestionamiento más amplio del papel de España en la historia de Canarias, lo que podría fortalecer movimientos soberanistas o al menos generar una revalorización de la cultura prehispánica.

Diop también afirmaba que "la conciencia histórica es el baluarte más sólido que un pueblo puede erigir contra todas las formas de agresión exterior". Aplicado a Canarias, esto significa que la recuperación de la memoria de los guanches no es un ejercicio de nostalgia, sino una herramienta de resistencia frente a la asimilación cultural y la homogeneización impuesta por el Estado español.

Otros pensadores han desarrollado ideas similares. Samuel Huntington, en "El choque de civilizaciones", señaló que los conflictos del siglo XXI no serán solo económicos o militares, sino culturales. En este sentido, la negación de ciertos episodios históricos no es un simple olvido, sino una estrategia para definir qué pueblos tienen derecho a reivindicar su identidad y cuáles deben aceptar una narrativa oficial impuesta desde el poder.

Negar el etnocidio no solo oculta un pasado violento, sino que también limita las posibilidades de los canarios para definir su identidad en sus propios términos. La historia no es un relato neutral: es una herramienta de dominación o de emancipación, según quién la cuente y cómo se la utilice.

Recuperar la memoria histórica de los pueblos sometidos es más que un acto de justicia: es una necesidad política para evitar que la cultura y la identidad sean borradas en nombre de una supuesta unidad nacional. Como diría Diop, la cultura es la memoria de un pueblo, y sin memoria, no hay futuro.


El Parlamento de Canarias y la negación del etnocidio: historia, identidad y poder (I)

El Parlamento de Canarias y la negación del etnocidio: historia, identidad y poder (II)

El Parlamento de Canarias y la negación del etnocidio: historia, identidad y poder (III)

El Parlamento de Canarias y la negación del etnocidio: historia, identidad y poder (IV)


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