Cultura, memoria y recuperación de la identidad


- Recuperar la identidad no es nostalgia, es estrategia.

- Sin cohesión cultural, los pueblos se oxidan.

- La narrativa y la memoria histórica legitiman o debilitan las instituciones

En la metáfora del barco que hemos usado en los últimos artículos, la economía son los remos, la política es el casco y la cultura es el calafateado: aquello que sella las juntas y evita que entre el agua. Sin ese sellado, por más potente que sea el motor, el timón o el casco, el barco se hunde lentamente.

Las sociedades funcionan igual. Puedes tener leyes, instituciones y recursos, pero si no hay cohesión cultural y social, si no hay una narrativa compartida que de sentido a la acción colectiva, todo se descompone. Las reformas se desgastan, los proyectos se paralizan y el escepticismo se convierte en norma.

Canarias, tras siglos de mestizaje y colonización, ha perdido buena parte de ese calafateado simbólico. La memoria colectiva fue sustituida por un relato ajeno, y el resultado es una comunidad que funciona sin reconocerse.

El sistema colonial —en su versión moderna o tradicional— no se sostiene sólo con leyes, sino con emociones. Albert Memmi lo explicaba como “la pedagogía de la sumisión”: el colonizado aprende a justificarse frente al amo, a medir su valor según lo que el otro piensa de él.

En Canarias, esa pedagogía se expresa a través de lo que los anglosajones denominan FOG - es decir Fear, Obligation, Guilt - que en castellano seria Miedo, Obligación y Culpa:

  • Miedo a destacar o a disentir. Miedo al de que vas a vivir, miedo a la invasión marroquí, al cacique, miedo al compatriota, el miedo a la represalia. El propio sistema electoral canario se basa y se justifica en la desconfianza entre las islas. Un sistema y un miedo con el que nos dominan, como la colonia que somos. Y creemos que el problema es el cacique porque hemos olvidado que los piratas asaltaron el barco y pusieron al mando a varios de los suyos. Porque hemos olvidado la hermandad que nace del corazón, y que todos somos hijos de una misma madre, y que una isla es un barco y un barco es una isla.  

  • Obligación de agradar o de parecer “moderado”, de obedecer, de ser sumiso y hospitalario para ser aceptado por el amo español, para no ser excluido, para no ser expulsado e "invadido por Marruecos" para no ser obligado a "valerte por ti mismo", a "competir" o "sobrevivir sin subvenciones". Es el hacerte pequeño para que el otro este cómodo o para tratar de complacerlo buscando su aprobación y validación. Desde un punto de vista racional la mayoría de esos miedos son ridículos para cualquiera que sepa como funcionan las cosas de verdad. Otros son fruto de la perversidad económica del sistema de dominación colonial española, pero el canario se los creyó y para la mayoría de la población los miedos y las obligaciones son reales a nivel emocional y subconsciente. 

  • Culpa por reivindicar lo propio o cuestionar la versión oficial. La culpa y la vergüenza de tratar de ser nosotros mismos. la culpa de no hablar bien el castellano, de ser supuestamente un "mantenido". La vergüenza de ser de un pueblo colonizado incapaz de ponerse de pie. La culpa cristiana infundida, etc... El sentimiento de culpa es de los más destructivos, no solo socialmente sino espiritualmente, es de los que más te aleja de la divinidad. Es el arma principal que usa la Iglesia católica para desconectarte del Ser, de tu propio Yo ... por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. La culpa es un instrumento de control social que actúa sobre las capas más profundas de nuestro cerebro y de nuestro sistema nervioso. 

El resultado es una identidad construida en negativo, definida por lo que no somos o por la obediencia a los parámetros del centro. Es decir, por un rechazo al otro, al amo. Porque el esclavo construye su identidad y su moral en negativo, como contraposición ciega a los valores del amo - que es de lo que nos habla Nietzche - con resentimiento y como venganza. 

Y si el amo valora la acción yo voy a valorar la inacción, si el amo valora el liderazgo yo voy a valorar el estancamiento... y así voy a criticar a cualquiera que muestre iniciativa y liderazgo... ese es un echado pa´lante. Y así me tiro piedras sobre mi propio tejado y cavo el foso de mi propia prisión y de mi propia miseria. 

En el otro extremo está la actitud de adoptar ciegamente los valores del amo para ser asimilado, renunciando a lo que eres para convertirse en una copia barata de lo que no eres. Es la construcción de la identidad por el rechazo a lo que somos. Por eso buscamos la asimilación y la aceptación del otro buscando la conexión. 

En ambos casos ese vacío interior, esa falta de autoaceptación, impide la cooperación y genera baja confianza social en el que cada cual defiende su pequeño espacio, pero no existe un proyecto compartido.

La memoria no es arqueología, es infraestructura política. Recordar quiénes fuimos —nuestros códigos éticos, nuestros modelos de reciprocidad, los valores sobre los que se estructuraba la sociedad nativa, el honor, los códigos de comportamiento y las redes comunales de ayuda mutua — es recordar que hubo otras formas de organizar el poder, la sociedad y la economía.

Por eso hay que recuperar la memoria, pero no como museo sino como estrategia. Es decir hay que volver a darle vida, vivirla, integrarla, interiorizarla. Para que no sea cultura muerta sino cultura viva. 

Por eso la recuperación de la identidad debe concebirse como estrategia de desarrollo. El objetivo no es idealizar el pasado, sino reactivar el tejido simbólico que permite que la confianza, la cooperación y la creatividad vuelvan a circular a través de la recuperación de valores propios.

Una sociedad distraída con estupideces, dividida, confundida, exhausta es una sociedad incapaz de resistirse a nada. En cambio, cuando una comunidad sabe quién es y por qué hace lo que hace, deja de obedecer por miedo, obligación o culpa y empieza a actuar con propósito. La política se vuelve más adulta, la economía más resiliente y la cultura más viva

Las sociedades con memoria cohesionada poseen mayor capital social, es decir, mayor capacidad de cooperación, de progreso, de resolución pacífica de conflictos, de avance. Y el capital social es, a largo plazo, más productivo que el capital financiero porque reduce costes de transacción, reduce los riesgos,  favorece la innovación y mejora la gobernanza.

Quizás no haya muchas cosas de la que sentirse orgulloso en la Canarias de hoy. Posiblemente en eso estemos de acuerdo tú y yo. Pero recordemos que la Canarias de hoy es el resultado de unas instituciones, de una forma de pensar y de una cultura españolizada. Una sociedad degradada que comparte todos los cuadros sociológicos y psicológicos de las sociedades colonizadas. Y ya llevamos cinco siglos con la misma película y bajo el mismo yugo. A estas altura ya deberíamos saber, ya debería estar más que claro, que por ahí no vamos a ningún sitio. 

Pero muchos esperan un resultado distinto haciendo lo mismo. Están resignados porque están convencidos de que el problema es el tamaño y la geografía sin darse cuenta de que el verdadero problema es la cultura y las instituciones. Y así, tu resignación es el triunfo del colonizador

Otros esperan que España les de lo que nunca les dio ni nunca les va a dar porque se sienten incapaces, están convencidos de su incapacidad y de la necesidad de depender o ser protegido por otro. Y con esa actitud reconocen implícitamente su inferioridad y la superioridad del colonizador. 

Recuperar los valores de los antiguos canarios no es romanticismo, es desprendernos de la raña y la podredumbre de cinco siglos de colonización, que solo han producido degeneración y dependencia, para empezar a reconstruirnos en positivo, afirmando lo que en verdad somos, en lugar de aspirar a ser una mala copia de lo que no somos..., y en el proceso redescubrir la dignidad, la justicia y la sabiduría de lo que fuimos.


(Para más detalles, escucha nuestra reciente conferencia aquí, y para más información sobre los valores de los antiguos canarios puedes consultar Los Relatos de Cho Lucio)

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