- Que diferente seria Canarias sin caciquismo
- Que diferente seria Canarias si fuésemos capaces de ponernos de pie
- Que diferente seria Canarias si fuésemos capaces de cambiar algunas de nuestras actitudes
- Que diferente seria Canarias si fuésemos capaces de entender las cosas con claridad
- ¿Estás abierto a descubrir la verdad para crecer y a aprender?
En Canarias todo el mundo habla del caciquismo. Lo vive, lo sufre, lo critica. Es una palabra que resuena en cada conversación de bar, en cada noticia sobre favores, enchufes o contratos. El pueblo canario no necesita teorías para entender lo que es un cacique: lo ve, lo vive y lo padece. Lo reconoce en la mirada del que manda sin mérito, en el silencio del que depende de él y en la resignación colectiva que se convierte en costumbre y manera de vivir.
Sin embargo, el error más común es creer que el caciquismo tiene ideología como nos quieren hacer creer las plumas mercenarias. Que el caciquismo pertenece a “los de siempre”, a los apellidos ilustres y las familias de abolengo que manejan el cotarro desde hace generaciones. Y así se hereda una manera de pensar simplista e ingenua que califica las cosas en blanco y negro, en buenos y malos, en izquierda y derecha. En Canarias, sí, existen esos caciques de derechas, herederos de la vieja oligarquía agraria y del franquismo sociológico, terratenientes y aguatenientes.
Pero también existen caciques de izquierdas: Casimiro Curbelo en La Gomera es el ejemplo más evidente, pero no el único. Nueva Canarias, por ejemplo, ha reproducido en todos los ámbitos el mismo esquema clientelar, con otro discurso, pero con idénticas prácticas de control y dependencia.
Los caciques económicos no son solo los de toda la vida, también belillos enriquecidos con la construcción, la especulación del suelo y el cabildeo político, entre otras actividades, que tienen las mismas formas y maneras que los caciques de toda la vida, pero en versión chabacana de nuevo rico.
El caciquismo, por tanto, no es una cuestión de ideología, ni de derechas o de izquierdas, sino de estructura y cultura. Y ahí está el verdadero problema. El sistema clientelar funciona porque las personas lo interiorizan. Se hereda una manera de pensar el poder en el “don” que ayuda, el “señor” que manda, el “amigo” que resuelve. Es una mentalidad de subordinación que viene del paternalismo colonial y del modelo español de autoridad vertical, donde la obediencia vale más que la iniciativa y la crítica se percibe como traición.
Porque el caciquismo no ocurre solo en Canarias ¿Verdad? El caciquismo es un producto español y muy español. Es parte de la historia y la cultura española.
El caciquismo es un sistema distorsionado de gobierno. Un sistema de control a nivel local que sirve a un nivel superior. Un sistema basado en un entramado de relaciones clientelares, de relaciones de poder y de influencia entre desiguales que conllevan patronazgos, paternalismos y dependencias y, por tanto, favores y castigos, agradecimientos y maldiciones. Es el uso de los medios administrativos del Estado para dar favores o negar derechos.
Seguro que has escuchado el término "pucherazo". Seguro que en clase de historia, en el colegio o en el instituto te hablaron del periodo de la Restauración borbónica en España en el siglo XIX. Para mantener la alternancia pactada entre el Partido Liberal y el Partido Conservador se usaban métodos de fraude electoral para acallar la voluntad popular y proteger los intereses de la élite extractiva nacional y local. ¿Te suena? Como urnas se usaban pucheros de cocina y, como si fueran garbanzos, se metían o se sacaban votos según conveniencia del cacique local. Los resultados y la presidencia estaban pactadas de antemano, como en Canarias con la ley electoral que tenemos y de la que hablaremos un poco más adelante. Este sistema de dominación política local, estaba especialmente arraigado en zonas rurales y ciudades pequeñas.
Pero el caciquismo no se limitó al régimen político de la Restauración también existió durante la mayor parte del reinado de Isabel II y durante el Sexenio Democrático, y también existió durante el franquismo en el siglo XX y todavía existe en la España "(pseudo) democrática" en muchísimos lugares. Desde los señoritos y los feudos agrarios del PSOE andaluz y de Extremadura hasta Canarias en donde cuanto más pequeña es la isla mayor es el caciquismo.
El mismo sistema caciquil se uso en América porque - de igual manera que el control del cacique local servía al sistema de partidos de la restauración borbónica - el control local del cacique sirve al control del virrey y el control del virrey sirve al control del rey de España. Y no es que solo le sirviera, es que el control general de la población se basaba precisamente en los caciques locales de la misma forma que el control de los soldados se hace a través del sargento que obedece al capitán que obedece al capitan que obedece al general. Sin el sargento el general no puede controlar a los soldados.
Así que los que buscan en el Estado español y en lo español la protección contra los caciques locales canarios creo que están un "poquito" despistados, un "poquito" equivocados, por no decir más perdidos que una cuca en un garaje.
Ya hemos visto que el caciquismo está profundamente arraigado en la cultura española. Ahora vamos a profundizar en el caso de Canarias. El caciquismo canario no se explica sin la arquitectura institucional que lo sustenta. ¿Qué quiero decir con esto? Que el caciquismo es la consecuencia lógica de como está estructurado el sistema político en Canarias (ley electoral y competencias de Cabildos), de como está estructurado el modelo económico canario, y de como está estructurada la concepción del poder dentro de la cultura española. Pero vamos por partes.
La ley electoral canaria no fue diseñada para representar mejor a las islas pequeñas. El verdadero objetivo es fragmentar el poder, multiplicar las prebendas y facilitar prácticas clientelares que impidan reformas estructurales. Las instituciones políticas están diseñadas para impedir el cambio. Es el pucherazo institucionalizado dentro de la propia ley. Porque no solo es necesario que cualquier cambio de relevancia en Canarias tenga que ser aprobado por Madrid, también es necesario que los canarios sean incapaces de ponerse de acuerdo porque eso daría legitimidad a las reclamaciones frente al Estado.
Debido al diferente peso de los votos, un escaño en la isla más pequeña se compra mucho más barato, en tiempo, recursos y favores, que uno en una isla grande. Algo tremendamente útil a la hora de parar iniciativas que contravengan los intereses españoles en Canarias mediante el soborno o la compra de voluntades. El resultado es un sistema donde el coste de influir políticamente se reduce y la política se transforma en reparto discrecional: contratos, empleo público, adjudicaciones y prebendas. Que es precisamente lo que se persigue.
El objetivo real es asegurar el control español mediante el caciquismo, para impedir políticas estratégicas de calado para todo el archipiélago. El objetivo es que el poder no dependa de una mayoría social agregada sino que pase a depender de alianzas locales, redes de favores y negociaciones gangocheras. Es decir el sistema del pucherazo de toda la vida solo que el pucherazo está metido y legitimado dentro de la propia ley electoral
A ello se suma la estructura de los Cabildos Insulares, concebidos como gobiernos de isla, pero que funcionan muchas veces como reinos feudales modernos. Donde cada cabildo distribuye subvenciones, contratos y favores. Donde cada Cabildo controla medios locales y redes clientelares o financia asociaciones culturales o deportivas según conveniencia política. En lugar de servir como espacio de cooperación interinsular, los cabildos se convierten en máquinas de lealtades personales y feudos de la oligarquía insular.
El resultado es una democracia de baja intensidad, donde el poder real no depende del mérito, la competencia o la visión, sino de la fidelidad al jefe y de la capacidad de someterse. El votante se acostumbra a pedir en vez de exigir, y el político a dar en vez de servir.
Pero el caciquismo no solo se alimenta solo de instituciones políticas, sino también del modelo económico. En sociedades donde la generación de valor es limitada y dependiente, como ocurre con el turismo o con las sociedades basadas en el sector primario, el poder no emana del conocimiento ni de la innovación, sino del control de los recursos escasos: la tierra, la contratación pública y las licencias turísticas.
El cacique se convierte en el intermediario entre la gente y la oportunidad, entre el ciudadano y el trabajo, entre la necesidad y la solución. Su poder no surge de la productividad, sino de la intermediación parasitaria. El resultado es una estructura económica que refuerza la dependencia.
Los sectores de alto valor añadido (tecnología, conocimiento, industria creativa, investigación, finanzas, salud, educación) no prosperan porque alteran los equilibrios de poder y las condiciones económicas necesarias para el caciquismo.
Algunos creen que la solución de Canarias es el sector primario, o la aparición de otro monocultivo mágico. Y es que la gente olvida que aprendieron a explotar al campesino mucho antes que al obrero. Olvidan que una economía de bajo valor añadido es el caldo de cultivo perfecto para el caciquismo. Olvidan que en las sociedades agrarias, por el bajo valor añadido que generan, el caciquismo es más fuerte y consustancial.
Y en un ambiente donde la lealtad política pesa más que la competencia y el mérito, florece el nepotismo y el caciquismo perpetúa la pobreza de aspiraciones colectivas, el conformismo y la cultura de la dependencia.
El caciquismo no nació en Canarias. Es un producto genuino de la historia política española, un subproducto de la transición inacabada entre el feudalismo y la modernidad liberal. En los pueblos y provincias, los caciques se convirtieron en intermediarios entre el Estado y la población, controlando el voto, la justicia, los empleos públicos y los recursos.
El cacique era y es, en esencia, el brazo territorial del poder central: mantiene el orden, garantiza la obediencia y media entre Madrid y el pueblo, a cambio de favores, contratos y prebendas. El pueblo vota al que mandaba, pero el que manda debe su puesto al que manda más arriba. Un bucle perfecto de subordinación vertical.
Pretender que España nos salve del caciquismo en Canarias cuando el caciquismo es precisamente el instrumento que utiliza España para controlarnos y proteger sus intereses me parece bastante ingenuo.
El cacique moderno ya no necesita mayordomos ni pistoleros: le basta con controlar presupuestos, subvenciones, medios de comunicación y una red de empleados públicos agradecidos.
El resultado es un modelo colonial reciclado en democracia: el poder se distribuye, pero no se descentraliza; se delega, pero no se emancipa. Y esa es, en el fondo, la esencia del caciquismo: una cultura política donde el poder no fluye desde la ciudadanía hacia las instituciones, sino al revés.
Tratar de combatir el caciquismo con nuevas siglas es como cambiar de capataz sin dejar de ser siervo del mismo amo. La única forma real de superarlo es transformar las condiciones estructurales y culturales que lo hacen posible. Eso se concreta en:
-
Una reforma electoral que garantice igualdad de voto.
-
Un modelo económico que premie la creación de valor real y no la distribución de rentas públicas.
-
Y, sobre todo, un salto de conciencia colectiva que sustituya la obediencia por la dignidad, el favor por la responsabilidad, y la sumisión por la autonomía.
Mientras eso no ocurra, Canarias seguirá girando alrededor de los mismos caciques - con corbata o con guayabera- que siempre entendieron el poder no como servicio sino como patrimonio, al servicio y en obediencia al amo de Madrid.
PD: Ahora puedes hacer tres cosas, puedes pensar que ni Curbelo ni NC son caciques, cosa que espero que no hagas si tienes un coeficiente de inteligencia de más de 70.
Puedes pensar que los caciques canarios no están al servicio de Madrid, cosa que espero que no hagas si tienes un coeficiente de inteligencia lo suficientemente alto como para no mearte en los pantalones en la calle.
.O puedes entender que, independientemente de tu ideología política, una isla es un barco y un barco es una isla, y que el caciquismo del capitán -al servicio del armador- nos afecta negativamente a todos porque todos estamos embarcados en el mismo barco.
---------------------------------------------------------------------------------- ¡Gracias por leerme! Este blog y sus artículos están solamente respaldados por donaciones de los lectores, por lo que si disfrutaste de este artículo y consideras que la información te ha sido útil, puedes compartirlo, seguirme en Facebook, seguir mis comentarios en Twitter o hacer una donación en Patreon o Paypal.

Compatriota se puede decir mas alto, pero no mas claro para quien lo quiera entender....
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminar