- Sin emancipación interior toda descolonización fracasa
- La mentalidad de esclavo es la raíz oculta de la colonización canaria
- Canarias no está colonizada sólo por estructuras políticas o económicas, sino por una forma de pensar que reproduce la dependencia.
- El hábito de vivir bajo otro, incluso cuando las cadenas ya no se ven.
De Egipto a Israel se tardan como mucho dos semanas caminando. Pero cuando Moisés salió de Egipto con el pueblo judío estuvo 40 años dando vueltas por el desierto del Sinaí. Y no, no es que le gustara el paisaje, simplemente estaba esperando que aquellos que habían sido esclavos en Egipto murieran porque no sabían ser libres, porque todavía tenían mentalidad de esclavos.
La historia demuestra que las independencias políticas o los estatutos autonómicos no bastan. Albert Memmi —el gran pensador tunecino-francés de la descolonización— advirtió que muchos pueblos, tras liberarse del colonizador, continuaban viviendo “colonizados en su mente”.
Aunque Memmi es más conocido por su libro Retrato del Colonizador y del Colonizado tambien escribió otro libro en el 2007 analizando los procesos de descolonización y porqué habían fracasado. En The Decolonization and the Decolonized, escribe:
“El colonizado termina por reproducir los gestos del amo, incluso cuando éste se ha marchado.”
El problema, por tanto, no es sólo quién manda, sino cómo pensamos nuestra propia condición. La colonización no se sostiene únicamente con ejércitos o leyes, sino con una pedagogía de la sumisión: una costumbre de obedecer, de desconfiar del vecino, de preferir la tutela a la responsabilidad.
Esa pedagogía de sumisión
se impone a través de narrativas; de que vas a vivir, Marruecos te conquistará, etc... orientadas a disminuir la confianza del colonizado
en si mismo y en sus posibilidades.
Pero también se usan las ideologías. En Canarias primero vino la cruz y después las espingardas y las espadas. El colonialismo español, a través del cristianismo, no solo estaba interesado en esclavizar los cuerpos sino también en capturar y esclavizar las almas, poniéndose de intermediario entre el individuo y la Divinidad en lugar de permitir la comunicación directa del individuo con el Ser.
El uso del cristianismo y de la Inquisición como medios de control social en España no es casualidad. El catolicismo inyecta el virus de la moral de esclavos, de la resignación, y esto favorece el control social.
Pero el catolicismo no es la única ideología que fomenta la moral de esclavos. También lo hace el comunismo y el progresismo que fomentan igualmente la mentalidad victimista, el miedo al poder del otro y la sumisión a una autoridad superior en la que se busca la salvación. Lo mismo ocurre con el fascismo. De hecho ambas ideologías - comunismo y fascismo- son las dos caras de una misma moneda y están en el mismo nivel de conciencia, un nivel bastante bajo (4/9 niveles identificados, ver Dinámica Espiral y otros modelos).
En Canarias la moral de esclavos y la colonización forman parte de la cultura administrativa y de la cultura popular. Esa mentalidad de dependencia se ha institucionalizado. Se manifiesta en una estructura política fragmentada, en cabildos que compiten entre sí por migajas presupuestarias, y en una economía que se enorgullece de su “singularidad” que no produce nada mientras le sirve café a los turistas. Que no aporta valor, sino que más bien lo destruye depredando la naturaleza.
El discurso oficial repite que somos “región ultraperiférica” casi como sinónimo de minusvalía —una expresión técnica que oculta una verdad psicológica profunda: nos pensamos y nos justificamos como periferia. Esa autodefinición es el triunfo del colonizador, porque convierte la subordinación y la dependencia en identidad.
No deja de ser sintomático que en la era de la globalización, de Internet y de la Aldea Global - donde todos el mundo está conectado - hablemos de Canarias como ultraperiférica, como si fuésemos la meseta tibetana, las profundidades de la selva amazónica o el interior de los glaciares de Groenlandia.
El mundo del siglo XXI está hiperconectado y Canarias está en el centro del mundo, en medio de las principales vías aéreas, marítimas y de cables de telecomunicaciones. Pero nos han convencido que somos una excepción de la naturaleza, de la economía y hasta de la física. El aislamiento de Canarias no es natural sino mental, fruto de las políticas y las restricciones españolas.
Y es que Memmi explicaba que el colonizado “se acostumbra a medir su valor con el rasero del colonizador”. Por eso cuando una sociedad interioriza que su progreso depende de inversiones foráneas, de normativas dictadas desde fuera o del favor de los poderosos, el dominio ya no necesita látigo, se mantiene por inercia moral.
La moral de esclavo lleva al estancamiento, a la inacción, a no saber liberarte de tus cadenas. Si el bueno eres tú y el malo es el otro, si tú eres la víctima y la víctima es buena buenísima como nos dicen los woke postmodernos, es el otro el que tiene que cambiar y no tú. Y así perpetuas tú estancamiento, así perpetuas tú condición de esclavo y tú miseria,... por los siglos de los siglos, amén.
El progresismo igualitarista lleva al estancamiento y no al progreso. Porque la noción de igualdad sin mérito es una noción enferma que frena la evolución.
Los antiguos canarios creían en la igualdad entre iguales y la desigualdad entre desiguales. Porque es lo natural. Porque la igualdad va ligada al mérito, a la evolución, al progreso y al desarrollo personal, a la capacitación y no a la noción enferma que todos tenemos que ser iguales porque si.
La mentalidad de esclavo no es un insulto, es una descripción psicológica de un sistema aprendido.
Consiste en tres hábitos:
Miedo a la responsabilidad – Preferir la tutela de otro antes que arriesgarse a decidir.
Desconfianza horizontal – Competir con el vecino en lugar de cooperar con él.
Admiración vertical – Buscar siempre validación en el poder externo (Madrid, Bruselas, el extranjero o la gran cadena turística).
El miedo a la responsabilidad es a lo que se refería Domingo Hernández Peña cuando decía que el canario piensa en chinijo y que quiere ser dueño de algo pero no admite la responsabilidad de serlo.
La desconfianza en el otro es propia de pueblos colonizados como bien analizaron Memmi o Fanon. Y la búsqueda de la validación en el otro es propia de gentes con baja autoestima, propio también de sociedades coloniales a las que les han enseñado que sus valores son inferiores a los de la metrópoli.
Estos tres mecanismos son la estructura invisible que sostiene el statu quo más que cualquier ley electoral o cualquier ejército. Y explican por qué incluso los intentos de “descolonización” fracasan, ya porque el colonizado intenta liberarse con las herramientas y los valores equivocados. Quiere cambiar de bandera, pero no de jerarquía.
Por eso el fin de la colonización no garantiza la libertad. Descolonizar no significa cerrar fronteras ni idealizar un pasado autárquico. Significa reaprender la soberanía, recuperar la capacidad de decidir, de cooperar y de producir sin pedir permiso.
Por eso en nuestra reciente conferencia comparamos la sociedad con un barco: la economía como remos, la política como casco y la cultura como calafateado. Si el casco está podrido —si las instituciones premian la obediencia y castigan la iniciativa para proteger los intereses de la metrópoli y la élite local que le hace el trabajo sucio —, ningún plan de desarrollo funcionará. Pero si además el calafateado (la cultura) está lleno de grietas coloniales, el agua de la dependencia lo inundará todo.
Albert Memmi lo resumió con lucidez:
“El colonizado liberado debe reeducarse, reconstruirse; de otro modo, su independencia no será más que una ficción.”
Canarias necesita esa reeducación colectiva. Necesita desmontar el complejo de inferioridad, sustituir la obediencia por corresponsabilidad y construir una cultura política basada en la confianza mutua, el mérito y la competencia abierta. La libertad no empieza con un decreto ni con un estatuto, empieza con un cambio en la mirada.
Pero mientras sigamos esperando que otro nos salve —Madrid, Bruselas, el comunismo internacional o el próximo inversor extranjero—, seguiremos colonizados. La verdadera descolonización comienza cuando dejamos de pedir permiso para ser nosotros mismos.
(Para más detalles, escucha nuestra reciente conferencia
aquí, y para más información sobre los valores de los antiguos canarios puedes consultar
Los Relatos de Cho Lucio)
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