Cuando se integró a Canarias en la UE y se le arrebataron las libertades comerciales que gozaba tradicionalmente bajo el régimen de Puertos Francos, se decidió que seriamos los camareros de Europa.
Desde entonces el desarrollo económico de Canarias se ha
basado principalmente en dos factores que han influido negativamente en la
biodiversidad y en la sostenibilidad. Por un lado el aumento del consumo a través de la sobrepoblación, especialmente
a través de la inmigración de personas del resto del Estado español, de otros
países de la UE y de Sudamérica.
Esto ha llevado a Canarias a triplicar la
densidad poblacional de otros archipiélagos oceánicos comparables como Azores
(106 hab /km2) o Hawaii (90 hab/km2) o,
en el caso de islas como Gran Canaria (548 hab/km2) o Tenerife (456 hab/km2), a
multiplicarla por cinco o por seis. Como referencia de comparación, Hawaii o
Azores tienen una densidad poblacional similar a la de la isla de Fuerteventura
y un 15-20% inferior a la de la isla de La Palma.
El segundo factor sobre el que se ha
basado el desarrollo económico ha sido la construcción y el turismo, que han
ido adquiriendo un mayor peso en el PIB canario, al tiempo que la participación
del resto de sectores productivos, como la agricultura o la industria, han ido
disminuyendo hasta casi desaparecer en muchos casos.
El consumo de suelo, tanto residencial y
comercial como para obra pública, ha sido desaforado. Valga como dato que, según datos del
Ministerio de Política Territorial,
Canarias tiene la densidad de carreteras más alta de todo el Estado
español; 60 kilómetros de carretera por cada 100 kilómetros cuadrados. De nuevo
la densidad en islas como Gran Canaria o Tenerife, que concentran más del 80%
de la población, es mucho mayor.
Si se tiene en cuenta la ley de rendimientos marginales decrecientes de las infraestructuras, el seguir haciendo carreteras en Canarias no va a cambiar el futuro, pero seguir destruyendo el patrimonio natural y social sí.
En ocasiones se han urbanizado buenas
tierras de cultivo y, en algunos casos, se ha urbanizado hasta la última boca
de barranco para el turismo, y a pesar de todo ello, ni el paro ni los
indicadores sociales mejoran. Incluso en años de record histórico de llegada de
turistas, como en los años 2017 y 2018, el desempleo en las islas seguía siendo
muy elevado. A pesar de esto la afluencia de inmigrantes del resto del territorio español y europeo no ha dejado de crecer, mientras que la población nativa sigue en la cola del paro.
El resultado es conocido; las islas de Gran Canaria y Tenerife están entre los 25 territorios del mundo con mayor densidad poblacional en un territorio que tienen una biocapacidad por hectárea de tan solo 0,24 frente a las 1,70 de media mundial. Es decir la biocapacidad media de una hectárea en Canarias es siete veces inferior a la media o tan solo el 14% de una hectárea media pero la densidad poblacional está en entre las 25 mayores del mundo para las islas centrales.
Por tanto el desarrollo económico de Canarias en el último medio siglo se ha derivado principalmente del consumo de CAPITAL NATURAL Y SOCIAL, centrándonos en actividades de poco valor añadido, e incrementando la población y los visitantes muy por encima de la capacidad de carga del territorio.
El desarrollo económico de
Canarias se ha caracterizado por el concepto de “isla jardín”, un concepto obsoleto desarrollado por un estudio de arquitectura japonés para el Cabildo de Tenerife
en los años 70. El concepto de desarrollo era básicamente urbanizar para vender suelo residencial y construir hoteles para el desarrollo turístico,
vendiendo o alquilando Canarias trozo a trozo, dejando un jardín en el centro de la isla (cañadas y corona forestal).
Esta concepción del supuesto
“desarrollo” no tiene en cuenta a la población local que se convierte en un
mercado cautivo de consumidores pasivo y, en algunos casos, en un inquilino no
deseado y en un obstáculo para la venta de propiedades inmobiliarias, o de otro
tipo, a intereses foráneos.
Y así, cuando la variable de desarrollo es el consumo suelo y no la productividad del capital humano las consecuencias medioambientales y sociales son devastadoras.
Este modelo no solo ha originado una enorme presión medioambiental sino en un absoluto fracaso de los indicadores socioeconómicos relativos al capital humano (pobreza, paro, exclusión social, etc…).
En otras palabras, no se ha respetado ni la sostenibilidad social, ni la sostenibilidad económica ni la sostenibilidad medioambiental. En este sentido, los datos hablan por sí solos, y respaldan las tesis anteriores.
Podemos concluir que el modelo de
desarrollo económico de Canarias se ha basado en el incremento del CAPITAL
FÍSICO, a costa de dilapidar el CAPITAL NATURAL, destruir el CAPITAL SOCIAL y
sacrificar el CAPITAL HUMANO.
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