“Los hijos de Gran Canaria son astutos y vivos. Saltan por encima de grandes precipicios con la mayor agilidad y arrojan una piedra con tan segura puntería, que jamás dejan de dar en el blanco. Es tan grande la fuerza de sus brazos que rompen con los puños un escudo en mil pedazos. En el país no existe ninguna ciudad fortificada, pero hay aldeas y reductos en la cima de sus más altas montañas y por ser éstas muy grandes y muy altas, y tener pasos y desfiladeros de difícil tránsito, todos los ejércitos del mundo serian insuficientes para desalojar de estos sitios a los isleños […]”
- Alvise de Cadamosto. Descubridor de las islas de Cabo Verde
Cuando uno lee las crónicas o las llamadas cuentas de la Conquista de Gran Canaria, pudiera parecer que las tropas que los conquistadores usaron para la conquista de la isla fueron unos pocos cientos de hombres. Algunos historiadores han querido situar el numero de tropas de la conquista de Gran Canaria entre 700 y 1.500 hombres, quizás queriendo emular la mágica cifra de los 500 de Hernán Cortés en México.
Como referencia, el ejercito que lleva Cortes a Mexico es de 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros y 110 marineros,[58] y según la crónica de Bartolomé de las Casas, unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa. Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y cuatro falconetes. En total unos 900 hombres.
Si miramos las crónicas de la conquista de Gran Canaria tenemos unos 670 peones y 40 jinetes para el periodo 1478-1480 y 830 peones y 125 jinetes para el periodo 1480-1483. Es decir 700-1000 hombres. Pero nada más lejos de la realidad.
El número de tropas es mucho mayor por varias razones. Primero, porque al igual que en la conquista de América las tropas auxiliares nativas no se cuentan en las crónicas. Y segundo porque esas cifras no concuerdan con la documentación histórica que poseemos ni de lejos. Tal y como demuestra el profesor Lobo Cabrera en su libro “La conquista de Gran Canaria (1478-1483) en diciembre de 1479, es decir unos seis meses después del desembarco de Juan Rejón por el puerto de la isleta, en una provisión dada por los Reyes Católicos al nuncio y comisario apostólico de la santa indulgencia y conversión de Canarias se menciona la comprometida situación en la que se encontraban las tropas enviadas para la conquista de Gran Canaria desde Sevilla, en número superior a los 3.500 hombres.
La conquista de Gran Canaria fue una empresa organizada directamente por los Reyes Católicos y financiada por la Iglesia. Los refuerzos se tienen que estar enviando de forma constante desde España; 400 hombres van con el segundo viaje de Juan Rejón en Mayo de 1481, veinte caballeros y ciento cincuenta ballesteros vienen con Pedro de Vera en 1482, 80 gomeros y 70/80 hombres de Lanzarote y Fuerteventura vienen con Hernán Peraza en 1482 a participar en la conquista de la isla y son destinados a Agaete. En 1482, con Miguel de Muxica vienen dos compañías de jinetes, una de ballesteros además de más 200 ballesteros de montaña vizcaínos - las tropas de élite de la época - al mando del propio Muxica. También vienen en la expedición de Muxica 150 ballesteros con Esteban de Junqueras, 30 jinetes con el capitán Pedro de Santiesteban y 25 jinetes con el capitán Cristóbal de Medina. Esta expedición embarca en San Lucas de Barrameda a borde de cinco navíos. Es decir en total entre 255 y 555 jinetes y unos 550 ballesteros, cerca de mil hombres de refuerzo, ya que una compañía de jinetes son de 100 a 250 jinetes y una compañía de ballesteros unos 200. De estos 550 ballesteros unos 300 morirán en la batalla de Ajodar en la que los canarios derrotan a los conquistadores.
Aunque las crónicas quieran pintar un gallardo paseo marcial de caballeros y lanzas, diversos documentos históricos - como las cuentas publicadas por el profesor Ladero - muestran una realidad bien diferente. En la documentación encontramos partidas para emponzoñadores (envenenadores), ballesteros, espingarderos, caballería, infantería y piqueros de tercios así como el uso de artillería demostrada por la contabilización de partidas de balas de cañón y pólvora (seis "tiros" de pólvora y sesenta pelotas de hierro). El uso no solo de ballestas sino de artillería y de armas de fuego (espingardas) está documentado, así como el envenenamiento intencionado.
Pese a la superioridad armamentística de los españoles en armaduras, armas de fuego, artillería, caballos, veneno, etc... la isla tardó cinco años en ser conquistada y más de siete en ser pacificada del todo.
La isla no se ganó ni se doblegó por las batallas sino matándola de hambre. De hecho al final de la conquista en la batalla de Ajodar, las crónicas dicen que si los canarios hubieran querido, ese día no quedaba un castellano vivo en la isla. La intervención de Fernando Guanarteme a favor de los españoles evitó ese desenlace.
La estrategia española en Gran Canaria fue la misma que la de los estadounidenses contra los indios americanos al destruir el bisonte para eliminar la fuente de sustento. Los canarios tuvieron que soportar años de carestías y privaciones, racionalizando los recursos alimenticios, teniendo que abandonar las tierras más productivas de las zonas medias y bajas de Gran Canaria, expuestas a las constantes cabalgadas de los castellanos y a su política sistemática de envenenamiento de las aguas, exterminio del ganado y quema de cultivos y bosques, incluyendo palmerales e higuerales que constituían, lo mismo que la pesca y el marisqueo, fuentes de alimentación complementarias a la agricultura y el pastoreo.
Frente a las limitaciones logísticas de los canarios, obligados a refugiarse en tierras altas, del interior y del sur y del suroeste de la isla, la corona proporcionó recursos casi ilimitados a los conquistadores. Recursos financiados a través de indulgencias y bulas papales, incluyendo tropas de refuerzo, armas, alimentos y financiación, que llegaban constantemente al Real de Las Palmas y al Fuerte de Agaete. La Iglesia fue socia de la Corona y recibirá tierras en repartimientos - como el señorío de Agüimes - y esclavos por su papel en la financiación de la conquista de la isla y del genocidio del pueblo canario.
La tradición oral también nos habla de perros de guerra como los que se usarán posteriormente en América. Esto no nos debe sorprender, ya que en el archipiélago canario se desarrollaron los métodos y las tácticas que luego se emplearían profusamente en América. Los perros no solo eran útiles contra mujeres y niños, en la deliberada estrategia de terror empleada por los castellanos de la que ya hemos hablado, sino que también eran útiles para evitar emboscadas en la selva como se informa en las crónicas americanas. En nuestro caso la selva es el bosque de laurisilva o selva de Doramas.
Sobre la conquista de Gran Canaria nos han llegado diversas versiones de crónicas antiguas (lacunenese, ovetense, matriciense, Cedeño, Gómez Escudero, López de Ulloa) así como noticias en obras de Alonso de Palencia, Diego de Valera o Andrés Bernáldez relacionadas con los Reyes Católicos. También encontramos noticias en los anales del reino de Aragón. Pero la mayoría de las crónicas de la conquista son parciales, posteriores y beben de una crónica madre más antigua. También encontramos legajos y documentación histórica, pero todavía falta muchísima información y muchas veces estos legajos se malinterpretan. Por ejemplo, las denominadas cuentas de la conquista de Gran Canaria, publicadas por el profesor Ladero, son un conjunto de recibo de gastos de los muchos que tuvieron que haber. Sabemos que esto es así porque de diferentes asientos del archivo de Simancas y del municipal de Carmona se ha podido ampliar mucho las nóminas de los conquistadores ya que, del más del centenar de nombres que aparecen en dichos archivos, tan solo unos pocos aparecen en las cuentas de Ladero1.
En documentos, fechados entre 1503 y 1509, se reitera una y otra vez el impago de una parte de los salarios que les correspondía a las tropas castellanas por sus servicios en la conquista y la orden dada al tesorero real de los descargos para que se abonase la deuda. Aquí se vuelve a comprobar que la nómina de conquistadores es mucho mayor de lo que suponíamos, ya que ninguno de los allí citados (Alonso de Porras, Tristán Agramonte, Alonso de Valencia, Fernando de Cervera, Pedro de San Vicente, etc.) era conocido por otro tipo de fuentes ya publicadas. A estos hay que añadir los cientos de homicidas y criminales reclutados en las cárceles de Andalucía y Galicia para la conquista de Gran Canaria, que no recibirían soldada sino perdón al concluir su servicio.
También sabemos, por esos documentos, que la mayoría de los conquistadores no se quedaron a residir en la isla, ya que en la nómina son más los que declaran su ausencia (o incluso su fallecimiento) que los que efectivamente se quedaron a vivir en Gran Canaria. Así que ya sabes lo que contestar cuando te digan que los canarios procedemos de los conquistadores.
También se deduce de los archivos históricos que los gestores de la Hacienda Real disponían de unos libros de contabilidad específicos para los asuntos del Archipiélago y de la conquista, tal y como se deduce de las reiteradas peticiones que los reyes hicieron a los contadores y tesoreros (Rodrigo de Alcocer, Ochoa de Landa, etc.) para que revisaran los citados ejemplares con el fin de confirmar o denegar la prestación solicitada. ¿Dónde están esos libros? Pues supongo que en el mismo lugar que la llamada “crónica madre” y otros documentos e informaciones sobre el archipiélago elaboradas por los Reyes Católicos o por las ordenes religiosas; en España o en el Vaticano, bajo siete llaves y clasificada como secreto de Estado.
1Contribución al estudio de la conquista de Gran Canaria. Documentos del Archivo Municipal de Carmona y del General de Simancas. Juan Manuel Bello León.
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