Ver la traición de USA a Ucrania es complicado. Escuchar al presidente Trump mentir y repetir las mismas mentiras una y otra vez sin perder la paciencia es complicado. Tragar algunas de sus posturas y tendencias autocráticas de don mafioso es complicado, aguantar algunas de sus declaraciones infumables es complicado y fuerza a uno a ejercitar la paciencia. Pero como dije al principio del anterior articulo de esta serie, a veces hay que dejar a un lado simpatías y antipatías, y saber diferenciar entre lo que es de lo que nos gustaría que fuese.
Oyendo a Trump podemos caer en la tentación de tratar de simplificar las cosas y decir “estos son unos fascistas conservadores y unos autócratas” pero las cosas no son tan simples. La administración Trump no es homogénea, combina sectores conservadores de un nivel de conciencia autoritario, sectores con niveles de conciencia modernos (orientados al logro), crypto-milenials-libertarios y una minoría muy influyente de pensadores integrales-sistémicos. Y es entendiendo a este sector integral como podemos ir más allá de la diarrea propagandística y reaccionaria de parte de la administración y tratar de darle algo de lógica a lo que parece un caos y un potaje.
Como dijimos en la anterior entrada, lo único que los une es el antiwokeismo y el sentido de urgencia de una situación que perciben insostenible. El modelo cultural woke ha generado una perdida de identidad y de cohesión social junto con una inmigración ilegal que ha sido usada como arma política-demográfica. El modelo económico keynesiano y las políticas del fraude climático ha producido montañas de deuda y un despilfarro galopante de dinero público, desindustrialización y brechas en seguridad nacional. Todo esto ha desencadenado una crisis de natalidad y una epidemia de drogadicción. La descomposición económica y social promovida por la subversión ideológica a través de la mentalidad woke durante las ultimas tres o cuatro décadas.
Todos los presidentes y políticos modernos han permitido la inmigración ilegal y han seguido aumentando el déficit porque eso contribuye a asegurar el crecimiento económico durante su mandato. Recortar el gasto y reducir la inmigración ralentiza el crecimiento y debilitar el mercado laboral, lo que perjudica políticamente. Sin embargo, Trump 2.0 está haciendo precisamente eso.
Habíamos dicho que lo integral identifica a nivel sistémico lo que está fallando y pasa a la acción para corregirlo de forma asertiva. Que es capaz de discernir entre lo que beneficia a la sociedad en su conjunto y al proceso de evolución, y lo que conduce a la regresión. El interés y el progreso colectivos son más importantes que los intereses o el lucro individual, y la búsqueda del consenso postmoderno es sustituido por la visión, la capacidad de análisis y la ejecución enfocándose en una dirección específica y con toma de decisiones claras.
Desde que Trump asumió el cargo empezó a implementar reformas estructurales necesarias, estando dispuesto a asumir las dificultades económicas y políticas para implementarlas. En el ámbito de la economía interna de USA están tratando de forzar una desaceleración económica, un “momento Volcker” pero desde la política fiscal, como forma de bajar los costes de financiación de la deuda y evitar un segundo repunte inflacionario como en los 70´s. Están intentando reformar el Estado de la misma forma que se reforma una empresa, haciendo una Auditoria externa (DOGE), reduciendo plantilla superflua, reformando los cuadros directivos, etc.
Esto es necesario porque Biden arruinó literalmente a USA. La decadencia comenzó mucho antes que él, pero Biden gastó como si no hubiera un mañana, como si esperara que un esteroide chocara con la tierra en el 2025. Biden representa las políticas keynesianas de incremento del gasto público llevadas al extremo. Unas políticas que han sido las favoritas de los políticos porque evitan el dolor del ajuste y permiten posponer las reformas necesarias, favorecen el capitalismo de amiguetes (crony capitalism) y las puertas giratorias y les permiten alimentar redes clientelares y lobbies que los mantienen en el poder a través del gasto publico.
Aunque la puesta en escena de Trump pueda parecer una corte con bufones, su equipo economico es muy serio. El plan de Bessent y compañía no está exento de riesgos, pero el aceptar la incertidumbre y el coste de los ajustes para solucionar los problemas, junto con el pragmatismo, también es parte de la conciencia integral. Dicho de otro modo, bien sea por la severidad de las circunstancias, bien por el nivel de conciencia integral, bien por el argumento racional de necesidad de reforma económica y el espíritu libertario en lo económico o bien por el patrioterismo básico, la lógica económica a largo plazo sustituye la lógica política a corto plazo.
Los recortes y racionalización del gasto y las cuentas públicas, junto con las reformas en el ámbito económico son positivos. En el ámbito cultural la corrección de los excesos de los dogmatismos igualitarios y de cambio climatico de la postmodernidad son igualmente necesarios. Y son necesarios porque toda ola cultural se agota y se pervierte, porque esos valores postmodernos se han pervertido y se han interpretado desde el dogmatismo autoritario, racista, feminista e intolerante de lo que podríamos llamar un “fascismo de izquierdas”.
Pero no es en la política interna sino en política exterior donde el impacto es más controvertido y más difícil de analizar. Y es que la administración Trump ha cambiado el poder blando de la persuasión y la búsqueda de soluciones que beneficien a todos, por el poder duro de la presión, la coacción y el buscar el beneficio a costa del otro.
Y es en este área donde la administración Trump es imperialista, conservadora, antiwoke y, poco o nada, integral-sistémica. La administración Trump está emitiendo un mensaje autoritario claro, en donde se reconocen mañas y maneras del sistema oligárquico ruso de Putin. Hemos pasado de la pax americana en un mundo unipolar a un mundo multipolar dividido en áreas de influencia, regido por el poder duro y una visión imperialista y autocrática que comparten Rusia, China y ahora Estados Unidos. Es un mundo que no nos va a gustar.
Dentro de esa guerra cultural, ven a Europa ya no como la aliada tradicional sino como el refugio de esa mentalidad woke-progresista que han derrotado en casa pero que persiste y se está reagrupando en Europa. De ahí las palabras de los conservadores Vance y de Hegseth en Münich de que el enemigo de Europa es interior.
Esta política exterior ha cambiado el mundo porque ha introducido la “soberanía” en el calculo y las ecuaciones, y aunque Trump no cumpla sus amenazas y rectifique algunas de sus decisiones, el mal ya está hecho. La confianza se quebró y podemos decir que USA ha dejado de ser el líder del mundo libre.
Sí, es cierto que USA todavía tiene el ejercito más poderoso del mundo y la infraestructura del dólar le da un poder de coacción económica importante. Pero la confianza está rota y el reconocimiento externo se ha esfumado. El papel de Estados Unidos como garante de la seguridad de Europa en la posguerra ha terminado, e incluso puede volverse un adversario. Roma también mantuvo un poderoso ejercito en su declive, pero la falta de reconocimiento exterior aceleró su caída al socavar las bases de su poder.
En el siguiente y ultimo articulo de esta serie analizaremos esa política internacional, su ligazón con la política económica interna y las consecuencias políticas y económicas para Europa.
Comentarios
Publicar un comentario
Los comentarios podrán ser moderados