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| Agdal del Yagour Alto Atlas marroquí |
La historiografía española y europea trata de pintar a los antiguos canarios y a nuestros primos continentales como pueblos atrasados y primitivos, ignorando en la mayoría de los casos, el profundo conocimiento y sabiduría de sus instituciones económicas y políticas. Algo de lo que escribiremos más adelante. El entender los principios rectores de estas instituciones nos permite acercarnos y reconstruir la visión nativa.
Entre esas instituciones está el Agdal. En Canarias podemos identificar multitud de Agdales, siendo los más obvios los pastos comunales en las Cañadas del Teide y el valle de Aguere en Tenerife, la Dehesa en el Hierro, Guriemen en Fuerteventura o el Santuario de Teror en Gran Canaria, por nombrar solo algunos.
El Agdal es un forma tradicional de gestión de los recursos comunales que consigue evitar lo que los economistas llamamos la tragedia del común o de los bienes comunales. Esta tragedia se define como la situación en la cual varios individuos, motivados por el interés personal y actuando independiente pero racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido y limitado, aunque a ninguno de ellos, ya sea como individuos o en conjunto, les convenga tal destrucción.
Aunque se pueden usar varios ejemplos como el de la contaminación, las basuras, el destrozo producido por el turismo u otros, el ejemplo original es precisamente el de un pastizal. Imaginemos un pastizal cuyo uso es compartido entre varios pastores. Cada pastor tiene un ganado en ese pastizal. Los pastores observan que a pesar de ese uso, queda suficiente pasto no consumido como para pensar que se podría alimentar aún a más animales antes de que lo haga otro.
Un día uno de ellos decide llevar una oveja extra. Necesita el dinero y, aunque sabe que no es bueno para el suelo, piensa que ni se va a sentir en un terreno tan grande. La ganancia es buena, así que lleva una oveja más. Y luego otra y otra y otra. Él gana el dinero, pero son todos los demás los que pagan el desgaste de la tierra. "No es mi problema", se repite el pastor. Él obtiene los beneficios del uso del recurso para que no se lo lleve el otro, mientras que el costo es compartido o recae mayormente sobre otros. Pero él no es el único pensando así. Todos y cada uno de los campesinos están llevando ganado extra al terreno para beneficio personal y detrimento colectivo. Cada pastor encuentra conveniente aumentar el número de sus animales aun cuando sepa que eso impone costos adicionales sobre la comunidad: Esto lleva a la sobreexplotación y el agotamiento del recurso. Porque cuanto menos recurso quede y mayor el ganado, mayor es el incentivo en sobreexplotarlo para que no mueran los animales.
Lo mismo ocurriría si incrementamos el numero de pastores producto del crecimiento demográfico. En este caso el incentivo no solo está a nivel individual sino a nivel de fortalecer a una familia o pueblo a costa de los demás, consumiendo más del recurso común.
Por una causa u otra, la capacidad del pastizal para proveer alimento suficiente para los animales es sobrepasada, consecuentemente, los animales perecen debido al agotamiento o sobreexplotación del recurso. Mencionar también que la sobreexplotación del pasto no solo impide su regeneración sino que hará desaparecer especies y biodiversidad.
El centro del asunto trata de la relación estructural o institucional entre los principios de libertad, responsabilidad y necesidad junto el mal uso o abuso sobre los recursos naturales. Un mal uso en general debido u ocasionado por el crecimiento de la población o actitudes egoístas.
El Agdal
Como hemos visto, el incentivo de los bienes comunes es a consumirlos antes de que los consuma otro. Esto termina por destruir un recurso compartido limitado al agotarlo por consumirlo más allá de la capacidad de regeneración. Pero durante milenios, las comunidades amazigh han gestionado pastizales, bosques y agua mediante instituciones comunales sorprendentemente sofisticadas.
El sistema Agdal es practicado por las comunidades amazigh de todo el norte de África, desde el sur de Túnez hasta el Sahara occidental y desde Mauritania hasta el norte de Argelia. En Canarias tenemos indicios de su existencia. En Marruecos es muy común en el Alto Atlas y el Anti-Atlas, y a veces en las llanuras de Sous, en el sur de Marruecos o en el RIF. Derivado de de la raíz amazigh GDL que significa "cerrar", "cercar", "prohibir", "proteger" o incluso “dejar crecer los cabellos”. Significa un “lugar cerrado”, un “espacio protegido” o, en un sentido más profundo, un “territorio bajo una prohibición temporal”. Pero su esencia no es el cierre sino la regulación colectiva del acceso a un recurso para garantizar su regeneración y su uso equilibrado.
Los conflictos y la competencia por los recursos constituyen una amenaza constante que puede afectar la sostenibilidad de los usos pastorales. Mediante el sistema Agdal los pueblos amazigh han conseguido evitar esta tragedia de los comunes. Es un sistema diseñado para conservar un conjunto de recursos a largo plazo, tener una reserva para hacer frente a la adversidad, garantizar los derechos y gestionar los conflictos por los recursos y permitir la gestión espacio-temporal de una diversidad de recursos complementarios.
Este sistema representa la principal forma tradicional de gestión de la tierra y de conservación de los recursos naturales. El término se refiere a una regla comunitaria que prohíbe temporalmente la explotación de un recurso natural específico (la mayoría de las veces de origen vegetal) dentro de un área definida, permitiéndole regenerarse. Es una forma de gestión colectiva de tierras cultivadas, pastos o bosques, y puede aplicarse a zonas de pastoreo, huertos o recursos forestales.
El objetivo principal de los Agdales pastorales es servir como reservas de forraje en períodos críticos de necesidad y al mismo tiempo permitir la regeneración de los recursos naturales. Los recursos son administrados colectivamente por una o varias comunidades con regulaciones específicas sobre derechos de acceso, que se basan fuertemente en el derecho consuetudinario y con formas tradicionales de hacerlos cumplir, como la elección de guardianes del lugar o el pago de multas a la comunidad en caso de violación.
En el marco del derecho consuetudinario local, las asambleas de las aldeas (conocidas como jmaâ, lejmaât o taqbilt) establecen un pacto comunitario para implementar el Agdal. Este pacto tiene como objetivo garantizar el acceso equitativo y sostenible a los recursos naturales.
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| Tierras agrícolas y pastos del Agdal del Yagour |
Dependiendo de la naturaleza de los recursos protegidos, se hace una distinción entre Agdales pastoriles, forestales, frutícolas, agrícolas o forrajeros. El Agdal también permite la protección de los recursos creados por el hombre (hábitat, manantial, canal, etc.). Más allá de una práctica o un conocimiento, el Agdal es una filosofía, una mirada, unos valores. Es un concepto "tradicional" movilizado para hacer frente a diversas situaciones de inseguridad que afectan a los recursos colectivos.
Es un régimen comunal basado en reglas claras, sanciones, mecanismos de vigilancia y legitimidad espiritual. Se gestionan mediante un proceso participativo de toma de decisiones que involucra a toda la comunidad; sin embargo, los hombres suelen asumir un papel central como ya hemos dicho. La asamblea tribal, compuesta por jefes de familia, es el organismo político que establece las reglas y supervisa la implementación de las prácticas agdal.
Al involucrar a todas las partes interesadas, los agdals empoderan a los ciudadanos y fomentan un sentido de propiedad y responsabilidad hacia los recursos compartidos. Este enfoque participativo no sólo mejora la productividad de los recursos sino que también garantiza su uso sostenible y su distribución justa entre los usuarios, mejorando así la resiliencia de la comunidad.
Este sistema también juega un papel crucial en la resolución de conflictos y la promoción de la cooperación dentro y entre las comunidades. Las asambleas consuetudinarias son el lugar para negociar y ejercer derechos colectivamente, mientras que un sistema de seguimiento y sanciones garantiza el cumplimiento de las normas acordadas. También ayuda a gestionar los conflictos entre comunidades estableciendo límites territoriales y sociales claros.
Veamos como funcionan los agdals pastorales. La característica clave de los agdals pastorales es el momento de las fechas de apertura y cierre de los pastos para permitir que la vegetación complete su ciclo reproductivo completo antes de que el pastoreo se abra a los rebaños. Esta prohibición de pastoreo suele tener lugar en un momento clave del ciclo vegetal (por ejemplo, primavera), y por tanto garantiza un crecimiento vegetal y de biomasa especialmente elevado, acompañado de la floración, polinización y consiguiente producción de semillas. En consecuencia, esta práctica maximiza la producción de forraje, al mismo tiempo que apoya la sostenibilidad de estos ecosistemas y mantiene y fomenta una diversidad de plantas muy específica favorecida por el pastoreo.
En el fondo el Agdal es un sistema de transhumancia en el que determinadas áreas se van abriendo y cerrando de forma estacional y en diferentes épocas del año para permitir su regeneración y sostenibilidad.
El Yagour es el lugar de trashumancia estival de cerca de 45.000 cabezas de ganado pertenecientes a un millar de pastores de las 47 aldeas que componen las cinco fracciones tribales de los Mesiuwa. Está delimitado en el terreno por mojones de piedra seca (kerkur) como los que encontramos en Canarias. Cada año, el acceso a los pastos colectivos está prohibido desde finales de marzo hasta mediados de julio, tras el acuerdo, bajo los auspicios de las autoridades locales, de los representantes de las cinco facciones tribales que los utilizan. Cada facción tiene asignada una zona.
El linaje sagrado de Sidi Boujmaa, afiliado a los Aït Wagustit, desempeñó en el pasado un papel clave en la gestión de los Yagour y en el arbitraje de los conflictos pastorales. Este linaje controla la principal vía de acceso entre Zat y Yagour, así como la zona estratégica de Balkous, en el corazón de la meseta.
En el Yagour, cada una de esas facciones, por ejemplo los Ait Ikiss definen sus reglas de gestión de sus bienes naturales comunes, como el tiempo de uso, el espacio, la prohibición, el tipo de sanción en caso de transgresión de las reglas, los turnos de vigilancia, los miembros con derecho, etc. Todas estas decisiones se adoptan en el seno de la asamblea tribal, compuesta solo por los hombres cabeza de familia de cada hogar, que con su voz y voto representan a cada familia. Aunque en algunos casos es posible que previamente en el seno de cada hogar haya existido una discusión interna.
Tras el parón de tres meses para permitir la floración, la fecundación, la producción de semillas nuevas y la reconstitución de las reservas de especies vegetales, precisamente, durante el periodo más sensible de su crecimiento el Yagour se reabre. Esto asegura la continuidad de la actividad pastoril y de la cadena alimentaria, así como un reparto relativamente equitativo de los recursos en propiedad común, pues se accede al mismo tiempo a los pastos con el número de animales que cada familia sea capaz de mantener por ella misma.
Una semana después de la apertura del agdal, se evalúa la carga pastoril sobre el Yagour para a continuación distribuir equitativamente el resto de sus cabezas de ganado sobre otros territorios de uso común de los Mesioua como el tisiyyi, el iferwan, el ourgouz o el tamsliyout. Estos son utilizados tanto de forma libre, como sometiéndolos a reglamentaciones agdal. En cualquier caso, por la gran extensión y razones prácticas de acceso, la apertura del agdal del Yagour, determina la de otros pastizales de verano vecinos.
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| Las cuatro áreas estacionales de los Ayt Ikissque se abren y se cierran sucesivamente en el Yagour. |
Además, el sistema crea un mosaico ecológico en todo el paisaje mediante la implementación de diferentes agdals con fechas de apertura y cierre escalonados. Este enfoque en mosaico fomenta el crecimiento y la regeneración de varias especies en diferentes momentos y lugares, promoviendo una amplia gama de hábitats y microclimas. También es fundamental para mantener la diversidad genética de las poblaciones de plantas.
Las prácticas agrícolas tradicionales, como proteger las plantas jóvenes, respetar las fases de latencia y alinear las actividades con los ciclos climáticos, se basan directamente en un conocimiento empírico que es esencial para la gestión sostenible. La división de roles entre géneros también es fundamental para mantener y transmitir este conocimiento tradicional. Los hombres suelen ser responsables de la gestión colectiva de los pastos y del establecimiento de períodos de uso restringido. Las mujeres, por otro lado, son los actores principales en la recolección, procesamiento y transformación de productos derivados, particularmente dentro de las cooperativas locales.
Por último, proporciona un apoyo vital al ganado al garantizar un suministro fiable de forraje durante épocas críticas, como las sequías de verano. Además, el estiércol de los animales alimentados en el agdal enriquece las tierras agrícolas, mejorando la fertilidad del suelo y la productividad de los cultivos.
La naturaleza colectiva de los agdals garantiza que todos los miembros de la comunidad tengan igual acceso a los pastos y otros recursos, promoviendo la justicia social entre los pastores. Las prohibiciones de Agdal son negociadas y acordadas por la comunidad, y las reglas para la explotación de recursos, como cuotas para la recolección de forrajeras, se establecen sobre la base de valores igualitarios. De esta manera, el sistema encarna y refleja los intrincados valores de justicia social y equidad, que contribuyen a la sostenibilidad social y la resiliencia de las comunidades rurales.
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| Yacimiento rupestre en el Agdal del Yagour representando la Creación a partir del huevo cósmico |
Este sistema no solo conserva el recurso sino también la biodiversidad, fruto de una profunda visión espiritual de la Creación. Porque el Agdal también tiene una dimensión espiritual a menudo ignorada, y esto es lo que lo hace especial. El Agdal no sólo está protegido por las normas humanas, sino por entidades invisibles. Por ejemplo en el Alto Atlas, las zonas de agdal —especialmente en Yagour, Amassine o Tifnoute— se asocian a genios guardianes (jnun, igerramen), santos locales (igurramen o "sidi") o fuerzas ancestrales que castigan la transgresión. Esto crea una doble capa de cumplimiento; una sanción social en forma de multa, vergüenza y pérdida de derechos junto con una sanción espiritual que puede manifestarse como enfermedad, desgracia o la pérdida del ganado.
Desde la antropología económica, este refuerzo espiritual reduce costes de supervisión y aumenta el cumplimiento voluntario. No es superstición, es un mecanismo institucional de cooperación y de valores compartidos. De hecho actualmente este aspecto espiritual está siendo cada vez más degradado por el avance de la modernidad y del Islam ortodoxo que considera una herejía a los santones y ciertas manifestaciones populares del sufismo teñidas como “prácticas paganas” y “contrarias al Islam”. Esto hace que esta dimensión espiritual este siendo tenida menos tenido en cuenta. Al mismo tiempo, la prohibición de pastorear del agdal se respeta cada vez menos, y de hecho la antigua fecha de apertura de los pastos ha sido abandonada, lo que está resultando en sobreexplotación de algunos agdales marroquíes por consideraciones económicas y en la perdida de biodioversidad al acelerar la apertura de los pastos. Porque cuando se abandona lo sagrado, la ruina es el destino hacia el cual todos los hombres se apresuran, cada uno persiguiendo su propio interés.
Hay diferentes tipos de Agdal, desde pastizales de altura como los de la meseta del Yagour en el Alto Atlas, cerrados durante meses para permitir la recuperación de la vegetación, hasta agdales que afectan a bosques de argan, enebro o cedro donde se prohíbe cortar leña o pastar en determinados periodos. También existen agdales que gestionan campos agrícolas, sobre todo en el Souss y el Anti-Atlas y otros que regulan fuentes, manantiales y cuencas hidrológicas. Incluso hay una figura llamada tagdalt (pequeño agdal) para espacios pequeños como cementerios - protegidos permanentemente del ganado y del hombre a través de la fuerza de las creencias y múltiples tabúes presentes en torno a estos lugares sagrados. Así protegidos actúan como reservas de biodiversidad y producción de semillas.
Los agdales forestales suelen estár situados en las inmediaciones de las aldeas porque su función principal es proporcionar leña para la mezquita comunal y forraje para el ganado. A escala de aldea, los agdals forestales suelen representar entre el 10% y el 40% del territorio forestal total disponible, dependiendo de la localidad de la aldea y la presión demográfica. Las normas suelen aplicarse a la tala de madera y follaje en pie, mientras que el pastoreo está autorizado durante todo el año. Durante el período de prohibición de tala, la gente obtiene suministros de fuera de las áreas forestales de agdal, que por lo tanto están sujetas a una mayor presión de extracción.
Las reglas suelen referirse al periodo de corte, las cantidades a cosechar, con cuotas diferentes según el tamaño del rebaño familiar o cuotas iguales fijas para cada familia, especies de árboles a talar y a veces su uso, pudiendo estar el adgal dividido en seis sectores y la tala sólo se autoriza alternativamente en dos sectores cada año
Otros productos extraíbles, como la leña, que normalmente sólo se permite para las necesidades de la mezquita, o la madera para la construcción de tejados, están sujetos a la autorización previa de la asamblea de la aldea. Los custodios de los agdales son designados localmente y los infractores de las reglas son multados o entregados a las autoridades locales.
Pueden haber también agdales de arboles específicos como el argan. Agdales sagrados, arboles sagrados y bosques de lugares sagrados, como los morabitos o kaholas, que no se pueden tocar. También bosques de argán sagrados cuyos derechos de uso están reservados exclusivamente a los descendientes de los santos patrones que son los custodios de estos bosques. A estas áreas “sagradas” a menudo se les da un respiro de su uso durante largos períodos.
También hay agdales de argan estacionales, con una compartimentación de la superficie y derechos de uso asignados a familias claramente identificadas, tienen como objetivo limitar el pastoreo durante el período de fructificación del argán y gestionar la recolección de frutos. La práctica habitual prohíbe el acceso del ganado al bosque, normalmente de mayo a agosto. Después de la recolección de la fruta, realizada familia por familia, el bosque agdal se abre de nuevo para todos los rebaños del pueblo. Este sistema combina derechos de pastoreo colectivo para todos los miembros de la tribu o facción, y derechos familiares para la cosecha de frutos en secciones bien definidas.
Cada aldea suele tener un adgal estacional de argan y cada tribu un agdal sagrado. El agdal estacional se ubica en terrenos públicos, por encima de la zona agrícola. Se divide en parcelas según los patrones de distribución de las parcelas de cultivo. Los beneficiarios con derecho suelen ser de la misma familia extendida, pero a veces los derechos se alquilan a partes interesadas no familiares.
En cuanto a los sistemas de gestión del agua, no solo existen agdales de recursos hídricos sino otras instituciones como el tanast o las Khettaras o foggaras - que en lengua tamazigh se denominan Targa - y de los que hablaremos en otra ocasión. La característica es que el agua no se reparte por metro cúbico sino por tiempo, como en Canarias en "horas de agua".
Los economistas piensan que la “maldición de los comunes” es inevitable, pero el agdal tradicional y la tanast demuestran lo contrario. Frente al materialismo occidental, estos sistemas norteafricanos permiten la continuidad y la sostenibilidad de la vida y deberían ser fuente de inspiración. Estos sistemas funcionan porque establecen limites claros en la propiedad comunal, establecen reglas internas en forma de derechos y deberes conocidos, establecen sanciones proporcionales con un coste de incumplimiento alto. La vigilancia es barata, ya que a pesar de que existan guardianes, en el fondo todos lo son porque la supervisión esta distribuida entre los propios participantes. También fomenta el cumplimiento voluntario a través de la legitimidad moral y espiritual, así como protege y favorece la relación a largo plazo entre los miembros y el horizonte intergeneracional ya que se considera que los recursos naturales no son solo de esta generación sino también de las generaciones futuras.
En términos económicos: reducen el coste de transacción, internalizan externalidades y estabilizan expectativas. Es, exactamente, lo contrario del abandono y sobreexplotación de la maldición de los recursos naturales o la tragedia de los comunes.
En otras palabras, todos estos sistemas —agdal para los recursos terrestres y tanast para el agua— no son reliquias arcaicas, sino modelos vivos de gobernanza que logran lo que la economía moderna suele fracasar en asegurar: sostenibilidad, equidad y cohesión social.
Existen suficientes indicios en las crónicas, en la etnografía y en la tradición oral canaria para suponer que este tipo de sistemas, o variaciones de los mismos, eran empleados por las antiguas sociedades canarias. Esos indicios están por todas partes, desde la existencia de acequias y túneles para el agua, a bosques, arboles y rebaños sagrados, pasando por las mudas o transhumancias, la forma de cultivar la cebada a varias altitudes, la prohibición de recolección de determinadas especies o el derecho de recolectarlos solo a determinadas comunidades religiosas, familias o individuos, incluyendo tanto especies terrestres como marinas, hasta topónimos, la organización territorial y diferentes noticias en las crónicas históricas y la tradición oral. Todo apunta a estos modelos. Pero de todo eso hablaremos en otro articulo.
La lección del agdal y la tanast es clara y puede inspirarnos. No hay sostenibilidad sin instituciones comunitarias fuertes. No hay territorio sin cultura. No hay futuro sin memoria.
Canarias, fragmentada por décadas de dependencia, desposesión y desconexión territorial, podría aprender de estos sistemas para recuperar gobernanza local, revalorizar lo sagrado del territorio, reconectar recurso, cultura y ritual y definir ámbitos de responsabilidad comunal. Quizá, como en Yagour, la clave para un futuro esté en recuperar una memoria anterior, porque como dicen los viejos de la cumbre de Gran Canaria "la llave que abre nuestro futuro
está escondida en lo más recóndito de nuestro pasado".
Los artículos de este blog no son debates teóricos, son batallas por la definición de la realidad. Las narrativas no son inocuas, según quién las use son instrumentos de liberación o de poder y dominación. Mientras dejemos que otros dominen el relato, que escriban nuestra historia o eduquen a nuestros hijos según su versión de las cosas, otros establecerán el marco y definirán quienes somos,... definiendonos como apéndices y no como sujetos y escritores de nuestro propio destino. Si crees que a alguien le vendría bien leer este artículo comenta y comparte...
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