El próximo 30 de Mayo volveremos a celebrar el día de Canarias. Se volverá a poner en escena la canariedad de timple y romería, de clave de ja. Y creo que reducir la canariedad a eso es una definición e imagen muy pobre de lo que es, o debiera ser, nuestra identidad. Más allá de polémicas de fechas y otras cuestiones de forma, creo que deberíamos aprovechar para preguntarnos ¿Qué es ser canario?, ¿Qué estamos celebrando?
La identidad cultural de un pueblo es como se percibe a sí mismo. Es el conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador y actúan como sustrato para que los individuos puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia.
Un país sin identidad clara, con la conciencia neblinada, es más fácil de controlar. La desestabilización de naciones muchas veces comienza precisamente con un ataque a su historia y a sus símbolos. Por eso, dependiendo de quien la utilice, la identidad es una herramienta tanto de sometimiento, dominación y consolidación del poder, como un instrumento de liberación, de construcción de la soberanía para resistir e incluso para revertir la opresión.
Los canarios tenemos una historia robada y una visión muy deformada de nuestra identidad, de nuestros valores y de nuestra realidad. Y no lo digo solo yo, lo dice Manuel Alemán en su obra “Psicología del Hombre Canario” cuando habla de la “conciencia neblinada” del canario.
Para el antropólogo y físico nuclear de origen senegalés Cheik Anta Diop, recuperar la historia no era un acto de nostalgia sino una necesidad psicológica y política, una necesidad vital porque "Un pueblo que ya no tiene su cultura como referencia se convierte en un pueblo sin brújula, sin orientación, una simple multitud, lista para ser manipulada por cualquier influencia extranjera. (...) La ignorancia de su pasado lo convierte en un esclavo perpetuo, vulnerable a la manipulación y la dominación."
En cambio “Un pueblo que conoce su pasado no se deja engañar ni manipular, porque sabe de dónde viene y, por lo tanto, puede determinar hacia dónde va."
Es por eso que debemos preguntarnos ¿Qué es la canariedad? ¿Qué es ser canario? ¿Qué debería ser? Y la mejor forma de averiguarlo es ir al principio, a los orígenes.
Pero la visión que tenemos de las sociedades nativas canarias está totalmente deformada por la educación y las universidades, auténticos centros de perversión del conocimiento. Y no somos un caso único, los franceses hicieron lo mismo en el Norte de África. Construyeron un relato eurocentrista para degradar a las sociedades nativas y justificar a los europeos.
Por eso, en los colegios, al hablar de las sociedades nativas, el énfasis se pone en la estratificación social y en la existencia de nobles y plebeyos, buscando generar rechazo y legitimando la jerarquía posterior de forma subconsciente. Eran injustos porque había desigualdad y, al fin y al cabo, solo hemos cambiado a los nobles que ahora son españoles. Nada que mirar, sigan circulando. ¡Deberías agradecernos haberte salvado de los tuyos!
Pero es que el concepto de nobleza o el concepto de honor entre canarios y españoles era muy, muy, pero que muy distinto. Y eso afecta a como se concibe y se ejerce el poder ya que responden a cosmovisiones distintas, es decir a percepciones, valores e interpretaciones distintas de la realidad.
Y así nos hicieron creer que éramos poco más o menos que salvajes que se dedicaban a cuidar cabras, mariscar, sembrar cebada, trabajar el barro y pelearse entre sí. Supuestamente ellos, los españoles, nos habían traído ‘la verdadera fe y la civilización para salvarnos de la barbarie’. Pero si lees las crónicas de la conquista, los salvajes fueron ellos y los nuestros dieron sobradas muestras no solo de heroísmo, sino de una humanidad y de una moral muy superior.
El mundo académico universitario no es mejor. Copiando lo de afuera aplican el materialismo histórico marxista o aplican el victimismo postmoderno decolonial. Y no solo es que el victimismo sea totalmente contrario a nuestros valores filosóficos primigenios. Es que aunque el materialismo histórico y la perspectiva decolonial son una perspectiva interesante que cuestiona el relato oficial, no dejan de ser dos perspectivas más en el caleidoscopio de perspectivas y puntos de vista necesarios para analizar una cultura o una situación con objetividad. Es más, al ignorar aspectos no materiales de la cultura, elimina completamente los aspectos más profundos de la cosmovisión.
Porque nuestro principal logro como pueblo no fue algo material, sino el conocimiento filosófico y espiritual que nos hizo ser capaces de dar continuidad a la vida en condiciones adversas y limitadas. Una sociedad con un pensamiento filosófico, moral y espiritual estructurado y muy avanzado.
Por eso, el desconocimiento de nuestra propia cosmovisión nativa y la deformación de nuestra historia, nos hace tener que construir nuestra identidad o bien copiando al de afuera, o bien en negativo y desde el victimismo como contraposición al otro, es decir desde la moral del esclavo, en lugar de construirla en positivo afirmando nuestros valores originales.
Entender una sociedad no es solo entender como se organiza sino porqué se organiza así. Es entender como se enfrentan a los desafíos del medio y como los solucionan dadas las posibilidades tecnológicas de las que disponen. Es entender sus valores, su concepción del poder y el liderazgo. Es entender las decisiones que tuvieron que tomar y las alternativas que tenían. Es entender los aspectos mas profundos de su cultura y su espiritualidad. Es entender la forma en que perciben el mundo, es decir su cosmovisión.
La cuestión es que, al igual que en otras tradiciones como el judaísmo o la teosofía, y a diferencia del cristianismo o el Islam, nuestra tradición nos prohíbe hacer proselitismo, es decir marketing o esfuerzos por ganar adeptos y propagar creencias. No solo es el miedo a la Inquisición o a las represalias, que también, sino que es la persona la que tiene que hacer el esfuerzo por buscar el conocimiento.
El problema está en que muchos piensan que ya no existe. Están convencidos de que se extinguió, que los mataron a todos, que todo el conocimiento se perdió. Que son inventos. Y no fue así.
Es cierto que, al igual que los romanos en las Galias y en el mundo celta, los conquistadores se esforzaron por destruir a las clases sacerdotales nativas, de perseguir a las mawadas, de ridiculizar a los kankus, de acabar con faycanes y samarines, y de imponer su creencia. Por ello el conocimiento se tuvo que esconder bajo tierra, en círculos familiares muy reducidos. Parte de ese conocimiento se conservó, aunque muchas veces de aquella manera, fragmentado e incompleto, en un puzzle que es necesario reconstruir con la ayuda de la antropología. Además, el conocimiento se tenía que transmitir de forma oral y no escrita.
Pero una cosa es caer en el proselitismo y otra muy distinta seguir permitiendo la mentira y la negación de la existencia. Una cosa es caer en el proselitismo y otra muy distinta seguir permitiendo el relato colonial o decolonial. Por eso, parte de ese puzzle y parte de ese conocimiento y solo parte, lo he publicado en el primer tomo de “Los Relatos de Cho Lucio” mientras que otros aspectos antropológicos espero publicarlos muy pronto.
Porque cuando descubrimos lo que debiera ser la base de nuestra verdadera identidad, tal y como dijera Diop, no encontramos en ella motivos de vergüenza, sino de orgullo. Porque la llave que abre la cerradura de nuestro futuro está escondida en lo más recóndito de nuestro pasado, tal y como dicen los viejos de las montañas de Gran Canaria.
Muy buen artículo!!
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