- El desarrollo no depende de la geografía, depende de cómo están diseñadas las instituciones que distribuyen el poder y las oportunidades.
Muchos se preguntan ¿De qué vamos a vivir? y esa es la pregunta equivocada. La pregunta no es ¿de que vamos a vivir? sino ¿por qué estamos viviendo mal y que tenemos que cambiar? ¿Cómo vamos a aprovechar las oportunidades? Y la respuesta es que la clave está en las instituciones.
La metáfora es sencilla: aprovechar las oportunidades es como salir a pescar. No sabes lo que vas a coger, lo que si sabes es que si el barco no está fletado correctamente ni que el pescado esté saltando en la bocana del muelle. El motor (la economía), el casco (la política) y los aparejos (la cultura/identidad) deben funcionar juntos. Si cualquiera de esas piezas falla, la pesca falla y no podrás aprovechar las oportunidades de desarrollo que se presenten.
Canarias no es el resultado de su geografía sino de su diseño institucional. Cuando hablamos de instituciones no nos referimos a edificios ni a personas concretas, sino a las reglas —leyes, costumbres, normas de juego— que determinan quién accede al crédito, a la tierra, a los contratos públicos, a los mercados y a las oportunidades. Esas reglas, esas instituciones crean oportunidades o las niegan. No es el clima, ni la orografía, ni siquiera la supuesta «mentalidad» lo que explica por qué unos lugares prosperan y otros se estancan: lo que marca la diferencia son las instituciones.
Los ejemplos son elocuentes; una ciudad dividida por una valla como Nogales o como Ciudad Juárez/El Paso— ciudades que comparten geografía y cultura, pero cuyos resultados socioeconómicos son radicalmente distintos porque las instituciones que organizan la economía y la política funcionan de modo distinto.
Otro caso extremo son las dos Coreas o las dos Alemanias; misma etnia, mismo clima, misma cultura, misma geografía, pero resultados opuestos por la naturaleza de sus instituciones. Si el marco institucional abre las puertas a la competencia, al crédito, a la innovación y a la movilidad social, la prosperidad florece; si las abre a privilegios cerrados y extractividad, la desigualdad se instala y el desarrollo se estanca.
La diversidad económica no es un fin estético, es una estrategia política. Más sectores económicos significan más centros de poder, más élites potenciales y, por ende, menor concentración de recursos en manos de unos pocos. Diversificar es, en el fondo, diluir poder. Y diluir poder es la condición para que las mayorías puedan también beneficiarse.
En Canarias, el problema no radica en que se tenga viento o sol. Radica en cómo las prácticas regulatorias y fiscales han orientado las islas hacia modelos donde las oportunidades y los beneficios fluyen hacia intereses foráneos porque así lo han diseñado. Las reglas han incentivado la especulación del suelo y la captura de rentas, los intereses foráneos; cerrando las vías de desarrollo de la población local y han construido un mercado cautivo que favorece a intereses españoles que controlan las actividades críticas, las infraestructuras turísticas y en muchos casos la propiedad del agua y el suelo gracias a los impuestos que NO NOS HAN PAGADO.
Antes de volver a proponer el próximo monocultivo milagroso, la majadería del golfo pérsico de las renovables o la nueva «solución» ecológica, hay que hacerse una pregunta elemental y honesta: ¿El marco institucional canario que intereses protege y favorece? ¿los nuestros o los de España en Canarias? ¿Qué impide nuestro desarrollo a día de hoy? ¿Se gobierna para el canario o se gobierna para el turista y las multinacionales españolas?
Porque quizás la solución no está en encontrar un nuevo monocultivo milagroso sino en quitarnos la camisa de fuerza y de las ataduras que nos han puesto y con las que frenan nuestro desarrollo y nuestra diversificación económica..
(Para más información, escucha nuestra reciente conferencia aquí, y para información sobre los valores de los antiguos canarios puedes consultar Los Relatos de Cho Lucio)

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