Estoy hasta las narices del blanqueamiento de la historia de España y de la Leyenda Rosa de la Hispanidad. Una Leyenda Rosa de unicornios🦄y arco iris🌈católicos para tapar la realidad de una Leyenda Negra que nunca fue leyenda. Estoy hasta las narices del argumento que la conquista de América y Canarias fue una acción civilizadora y no una empresa llevada a cabo por la codicia.
Estoy hasta las narices del argumento simplón de que la colonización británica fue peor que la española. La colonización española fue la asimilación. Te obligo a convertirte y a ser como yo sin que nadie me lo haya pedido porque yo soy mejor que tú y tú cultura no vale nada. Y de paso siempre estarás por debajo mía, que eso de que somos iguales va a ser que no.
La asimilación destruye y pudre el alma de los pueblos porque otro decidió que tu cultura, tus creencias, tus ancestros y tu alma no sirve y había que imponer la suya. Que no puedes conectar directamente con la Divinidad sino necesitas que un cura católico te haga de intermediario y te enseñe a odiarte a ti mismo.
Frente a la Inglaterra de los derechos y la limitación de poder del monarca surgido de la Carta Magna y la Revolución Gloriosa, España y su imperio siempre fue lo contrario, la concentración y el abuso de poder, las élites extractivas, el nepotismo, el abuso del débil, la persecución de la razón y la ciencia por el dogma, un falso honor, la codicia ilimitada, la hipocresía, el juego sucio, la crueldad y el uso del terror desde el genocidio canario y taino hasta la Inquisición abolida en el siglo XIX y la Guerra Civil, ...la moral del pordiosero.
La maldita Leyenda Rosa de la Hispanidad es el refrito nacionalcatólico del franquismo para evitar la culpa católica, para convertir en historia rosa lo que son antecedentes penales, para justificar la contradicción de ser malas personas y malos cristianos y cometer barbaridades con odio en nombre del amor a la cruz. Gente enferma y patética...
En Canarias la Leyenda Rosa franquista contó con acólitos como Rumeu de Armas o Francisco Morales Padrón. Y es que en las colonias la verdad es peligrosa. Por eso el Parlamento no condena el etnocidio y el genocidio canario, por eso no se habla del genocidio cometido directamente por la corona en la conquista de Gran Canaria.
Les dejo algunos párrafos del libro La Conquista de América, una revisión crítica del catedrático de historia Antonio Espino López:
Lo cierto es que, como veremos en las próximas páginas, el padre Las Casas
—y otros autores, no precisamente lascasianos, como fray Toribio de Benavente
o Fernández de Oviedo, que nos ofrecen testimonios parecidos— decía toda la
verdad. Porque ¿cómo no iba a ser verdad si la propia monarquía utilizó tales
argumentos para, por ejemplo, terminar con la trayectoria política de Hernán
Cortés? En efecto, entre las acusaciones principales en su juicio de residencia
(1526-1529) se hizo referencia a «crímenes, crueldades y arbitrariedades durante
la guerra».34 Y en el caso del conquistador de Perú Alonso de Alvarado, en el
proceso levantado contra él en 1545, se lee: «El dicho capitán Alonso de
Alvarado con los compañeros españoles que en su compañía andaban, iban a
hacer la guerra a las dichas provincias y a los caciques e indios de ellas, y les
hacía la guerra a fuego y sangre como se suele hacer a los indios» Significativa frase.
Un testigo de los hechos acontecidos en Perú, Cristóbal de
Molina, llamado el Almagrista, no dudó en señalar cómo
si en el real había algún español que era buen rancheador y cruel y mataba muchos indios, teníanle por
buen hombre y en gran reputación [...] He apuntado esto que ví con mis ojos y en que por mis pecados
anduve, porque entiendan los que esto leyeren que de la manera que aquí digo y con mayores crueldades
harto se hizo esta jornada y descubrimiento y que de la misma manera se han hecho y hacen todas las
jornadas y descubrimientos destos reinos, para que entiendan qué gran destrucción es esto de estas
conquistas de indios por la mala costumbre que tienen ya de hacerlas todas.
(...)
No deberíamos dejar de lado un cuarto factor. Esteban Mira dedica
estremecedoras páginas en su obra Conquista y destrucción de las Indias al uso
y abuso de las indígenas por parte de la mayoría de los conquistadores. Las
indias como botín de guerra; el abuso de sus mujeres para hundir
psicológicamente al enemigo amerindio. Molina explicaba en su crónica cómo,
tras el avance de las tropas hispanas por Perú, los indios se percataron de que lo
más seguro era servirles «por las grandes muertes que en ellos habían hecho»;
pero ¿qué ocurría con sus mujeres?:
Y la india más acepta a los españoles, aquella pensaba que era la mejor, aunque entre estos indios era
cosa aborrecible andar las mujeres públicamente en torpes y sucios actos, y desde aquí se vino a usar
entre ellos de haber malas mujeres públicas, y perdían el uso y costumbre que antes tenían de tomar
maridos, porque ninguna que tuviese buen parescer estaba segura con su marido, porque de los españoles
o de sus yanaconas era maravilla si se escapaba.
Y no solo eso. Como señala Francisco de Solano, «los remordimientos por los
excesos de la guerra podían remediarse espiritualmente mediante el pago de unas
bulas de composición ante el pontífice: en 1505 se lograba una para las Antillas,
en 1528 para Nueva España». Bernal Díaz del Castillo así lo explica: envió
Hernán Cortés a Juan de Herrada a Roma con un rico presente para tratar dicho
negocio con el papa Clemente VII, el cual «entonces nos envió bulas para nos
absolver á culpa y á pena de todos nuestros pecados, é otras indulgencias para
los hospitales é iglesias, con grandes perdones; y dio por muy bueno todo lo que
Cortés había hecho en la Nueva España».40 Y, lógicamente, solo puede haber
remordimientos cuando se sabe que se ha cometido una mala acción. Aunque,
para muchos, era lícito despreciar a los indios por ser gentes «sin Dios, sin ley y
sin rey».
Es más, otros miembros del clero, no precisamente amigos del padre Las
Casas, como por ejemplo el franciscano Toribio de Benavente (Motolinía),
también desarrollaron ideas propias acerca de la actuación hispana muy
semejantes a las del dominico:
Más bastante fue la avaricia de nuestros Españoles para destruir y despoblar esta tierra, que todos los
sacrificios y guerras y homicidios que en ella hubo en tiempo de su infidelidad, con todos los que por
todas partes se sacrificaban, que eran muchos. Y porque algunos tuvieron fantasía y opinión diabólica
que conquistando a fuego y a sangre servirían mejor los Indios, y que siempre estarían en aquella
sujeción y temor, asolaban todos los pueblos adonde allegaban.
Fuera del ámbito de los religiosos, entre los pocos autores críticos con la
actuación hispana desde las filas de los propios conquistadores o de sus
allegados se encuentra Pedro Cieza de León, quien veía en la excesiva codicia de
los españoles una de las causas fundamentales de la destrucción de las
sociedades aborígenes
(...)
Abundando en el ejemplo peruano, fray Vicente Valverde pudo escribirle a
Carlos I la siguiente reflexión:
Como cada uno de los governadores [Pizarro y Almagro] tenía necesidad de contentar a la gente, no
osavan castigar lo que mal se hazía contra los indios, porque no se fuese la gente y ansí cada uno se
tomava licencia de hazer lo que quería, robando y haziendo otros agravios a los indios y como en estas
turbaziones el un governador y el otro han quitado indios y dado a otros, los indios están atónitos y no
saven a quien han de servir
(...)
Asimismo, el cronista Fernández de Oviedo en su Historia general y natural
de las Indias pudo decir: «Cosas han pasado en estas Indias en demanda de
aqueste oro, que no puedo acordarme dellas sin espanto y mucha tristeza de mi
corazón». O, también, con respecto a la disminución de la población aborigen:
«Cansancio es, y no poco, escrebirlo yo y leerlo otros, y no bastaría papel ni
tiempo a expresar enteramente lo que los capitanes hicieron para asolar los
indios e robarlos e destruir la tierra, si todo se dijese tan puntualmente como se
hizo; pero, pues dije de suso que en esta gobernación de Castilla del Oro había
dos millones de indios, o eran incontables, es menester que se diga cómo se
acabó tanta gente en tan poco tiempo». O, por ejemplo, el licenciado Tomás
López Medel, visitador de Popayán y de Chiapas, donde supervisó la aplicación
de las Leyes Nuevas de 1542, quien aseguraba que cinco o seis millones de
indios habían «muerto y asolado con las guerras y conquistas que allá se
trabaron y con otros malos tratamientos y muertes procuradas con grande
crueldad», a causa, básicamente, de la «insaciable codicia de los hombres del
mundo de acá ponía en aquellas miserables gentes de Indias».
(...)
Así pues, partiendo de la base de que la Indias fueron conquistadas no
exactamente por un ejército real, aunque también actuaran huestes reales, sino
por bandas organizadas de voluntarios armados, reclutadas y financiadas por
empresarios militares independientes en la mayoría de los casos, aunque
siempre actuasen en nombre de la Corona tras la firma de una capitulación, intentaremos demostrar cómo el uso de la violencia extrema, la crueldad y el
terror no solo estuvo más extendido de lo que habitualmente, salvo honrosas
excepciones, se ha dicho y reconocido
(...)
Al mismo tiempo, se tratará de demostrar cómo la
Corona, cuando se puso al frente de la expansión territorial, por ejemplo al norte
de México-Tenochtitlan, nunca dudó, tampoco, a la hora de aplicar prácticas
aterrorizantes para conseguir sus propósitos.
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