El artículo de hoy va sobre unos guerreros sagrados que recoge la tradición oral, los Axaentemir ( assa -n -temirt = El advenimiento de la señal propicia o alternativamente guerreros de la señal propicia)
Según cuenta Fernando Hernández González Mi abuelo [Isidro Hernández, natural de Agache] decía que había un grupo de guerreros, llamados los asantemir, que eran los primeros en acudir al combate y, cuando ganaron los castellanos, se derriscaron todos juntos. Eran altos, blancos, rubios y se recogían el pelo en una especie de moño, del que colgaban dos tiras de cuero en cuyo extremo pendía una piedra. También se pintaban dos rayas en el pecho. En tiempos cercanos a la Conquista, fueron destacados por Benchomo hasta las cumbres de Agache para controlar la zona de Güímar, que tenía sujeta a tributación. Era una especie de cuerpo de élite que combatía también en un plano sobrenatural» [Fernando Hernández González, com. pers. 17-II-2009].
Según cuenta Fernando Hernández González Mi abuelo [Isidro Hernández, natural de Agache] decía que había un grupo de guerreros, llamados los asantemir, que eran los primeros en acudir al combate y, cuando ganaron los castellanos, se derriscaron todos juntos. Eran altos, blancos, rubios y se recogían el pelo en una especie de moño, del que colgaban dos tiras de cuero en cuyo extremo pendía una piedra. También se pintaban dos rayas en el pecho. En tiempos cercanos a la Conquista, fueron destacados por Benchomo hasta las cumbres de Agache para controlar la zona de Güímar, que tenía sujeta a tributación. Era una especie de cuerpo de élite que combatía también en un plano sobrenatural» [Fernando Hernández González, com. pers. 17-II-2009].
El autor de este artículo es el propio Fernando Hernández, periodista y
recogedor de la tradición oral del sur de Tenerife. En todo el mundo la tradición oral está considerada una de las principales fuentes porque cuenta la historia desde la perspectiva "del otro lado", pero en Canarias se reniega de ella calificándola de "historias de viejos mentirosos" por parte de los organismos oficiales, universidades incluidas.
Fernando también es el autor de la novela "Taucho, la memoria de los antiguos" y miembro del equipo del programa Crónicas de San Borondón que se emite por la Radio Autonómica. Además de este que reproducimos, tiene muchos otros artículos de interés en su blog Crónicas del Guirre. Un blog que recomendamos fuertemente a aquellos interesados por nuestras raíces y nuestra cultura.
Fernando también es el autor de la novela "Taucho, la memoria de los antiguos" y miembro del equipo del programa Crónicas de San Borondón que se emite por la Radio Autonómica. Además de este que reproducimos, tiene muchos otros artículos de interés en su blog Crónicas del Guirre. Un blog que recomendamos fuertemente a aquellos interesados por nuestras raíces y nuestra cultura.
Asantemir, la memoria de los guerreros sagrados.
Ilustración: Josúe Cabrera |
«Los Asantemir era gente sagrada, muy
respetada m’hijo. Eran de pelo rubio, ojos claritos y con cuerpos como
mulos; ahí mismo, en la morra donde está la iglesia del Escobonal,
tenían sus cuevas donde vivían».
Con estas
palabras de mi abuelo, Isidro Hernández, más conocido en la comarca de
Agache (Tenerife) como Isidro Coche, descubríamos aquel verano de 1987
la desconcertante tradición de los enigmáticos guerreros Asantemir o
Axaentemir. Ya había referencias bibliográficas en cuanto a su nombre,
pero ninguna que hablara sobre su cometido como combatientes protegidos
por la divinidad. Hoy, como veremos a continuación, la memoria oral y el
estudio filológico han rescatado del olvido a estos peculiares
guerreros del pasado isleño.
Linaje sagrado
Conformados
en una casta de guerreros sagrados, los Asantemir, que combatían tanto
en el mundo físico como en el espiritual, eran seleccionados de entre
aquellos niños concebidos durante una celebración muy especial: la Noche del error. Como parte de los rituales propiciatorios que, dedicados a la fecundidad, se desarrollaban durante las fiestas caniculares o beñesmer,
hombres y mujeres en edad fértil mantenían relaciones sexuales en
campos plantados de cereales. Cegados por la oscuridad nocturna, el
contacto se practicaba sin conocer la identidad de la otra persona.
Nueve
meses más tarde, las criaturas nacidas de este ritual eran entregadas a
los samarines para su educación como miembros de las distintas castas
sacerdotales o, en determinadas circunstancias, para su preparación como
guerreros Axaentemir. De esta manera, quizá un tanto cruel para los
hábitos actuales, se conseguía el desarraigo social de un sujeto que,
ajeno a la personalidad de sus progenitores, vivía hasta el final de sus
días el signo sagrado de su nacimiento y, por tanto, su condición de
hijos de una divinidad a la que rendían obediencia.
De
elevada estatura, por lo general rubios y de ojos azules, los Axaentemir
eran los primeros en acudir al combate. Especie de cuerpo de élite, su
sola presencia imponía respeto en cualquier lugar de la Isla. Variaba su
número en cada menceyato, pero nunca superaban los 12 integrantes. Vivían en zonas apartadas de la comunidad, pero justo en puntos
estratégicos que dominaban las comarcas a las que pertenecían. Imbuidos
de un pleno compromiso espiritual con Achaman, deidad a la que veneraban
entregando su vida, en el plano terrenal se sujetaban a los dictados
del mencey, pero siempre y cuando esas órdenes no entraran en
contradicción con los preceptos de su divinidad, el Centelleante, la
única autoridad real que colocaban por encima de ellos.
Vestían
una piel de cabrito a modo de capa, de color rojo y negro, terminada en
punta por la parte delantera y corta por encima de la cintura. Cubrían
sus partes con una tira de piel triangular que les caía delante y
detrás, aunque se despojaban de estas prendas para entrar en combate,
algo recurrente también en otras culturas. La desnudez en la lucha era
símbolo de valentía, de ausencia absoluta de temor a la guerra y la
muerte, puesto que se sabían protegidos por la divinidad. Un mensaje
directo para un adversario que lo sabía interpretar perfectamente: en
esa lucha, sólo saldría un ganador vivo. Era, pues, una acción
intimidante.
Llevaban el pelo recogido en un moño que
ajustaban a la base del cráneo y alrededor de la cabeza usaban una tira
de cuero trenzado, cuyos extremos dejaban deslizar delante de los
hombros. Dichas puntas se adornaban con conchas marinas, rematadas por
una pequeña piedra negra de basalto. Para dirigirse al combate, se
pintaban dos líneas gruesas en la parte frontal de los hombros, una de
color negro y la otra de color rojo.
En particular, la
tradición cuenta que el asentamiento de los Axaentemir en la región
sureña de Agache fue decretado por Benchomo, mencey de Taoro, tras la
irrupción de los castellanos y la alianza de colaboración que pactaron
con el cercano menceyato de Güímar. Benchomo ordenó su establecimiento
en el lomo donde hoy se ubican el Museo Arqueológico y la Iglesia, zona
que ha recuperado ese nombre, con la misión de custodiar la comarca
desde la ladera donde se halla el hotel Don Martín hasta el margen del
barranco de Erques.
Estudio filológico
En su libro A través de las Islas Canarias,
el farmacéutico Cipriano de Arribas y Sánchez (1900) recoge la noticia
más antigua de las disponibles acerca de este territorio adscrito en la
actualidad al municipio tinerfeño de Güímar: «Entre sus pagos citaremos
el Escobonal, llamado en lo antiguo Agache y en lengua guanche
Axaentemir, significa guerrero; está en la carretera misma. Parece que
hay en esta localidad piedras de filtrar agua». Por aquellas fechas,
también el médico chasnero Juan Bethencourt Alfonso (1880) se hizo eco
del dato a través de una escueta mención en la Historia del Pueblo Guanche (I): «Axaentemirg
Tierras en Abona. Arribas». Y ahí concluyen las escasas alusiones
documentales (registros escritos de la oralidad popular, para ser más
precisos) a estos misteriosos personajes.
Con las lógicas
incertidumbres que impone siempre el estudio de hablas ya desaparecidas,
el análisis lingüístico y la traducción del vocablo revelan una imagen
que concuerda por completo con el testimonio oral. Según el historiador y
doctor en Filología Ignacio Reyes (2009), el sintagma axaentemir constituye una proposición nominal, assa-ən-təmirt, formalizada por tres ingredientes: el primer término, el nombre verbal assa, indica el ‘hecho de llegar, arribar, presentarse’ o ‘estar convenientemente desarrollado’; a continuación, la preposición ən, ‘de’, introduce el complemento determinativo, representado por el substantivo femenino tamərt o, con el preceptivo estado de anexión, təmirt,
‘signo fasto o favorable’ que se obtiene en las prácticas mágicas. Por
tanto, el enunciado axaentemir o, como pronunciaba mi abuelo, asantemir
notifica la ‘llegada o desarrollo de la señal propicia’.
Sin
duda, la presencia de este grupo de hombres con amparo sobrenatural y
misión protectora responde bien a esa denominación, pero en ningún caso
se trata de un tipismo isleño. Como recuerda el Dr. Reyes, ocurre otro
tanto en la milenaria cultura amazighe (o bereber), aún vigente en el
África septentrional, a la que pertenecían las antiguas comunidades del
Archipiélago:
Cada fracción posee un clan, como sucede con los inflâs del Sus marroquí o los Ait ‛Auwâm
del Atlas Medio por ejemplo, que, en ocasiones graves o muy señaladas,
personifica el honor de toda esta división tribal, cuya defensa asume
como una tarea vital permanente e inquebrantable. Así lo demuestra en el
campo de batalla, al que acude en primer lugar con un arrojo
característico (Marcy 1929: 138-139). Es esta entidad la que parece
poder identificarse con los asantemir registrados en
Tenerife. No obstante, a éstos se les adjudica una expresa protección
sobrenatural, circunstancia que en Canarias se había documentado sólo
para el caso de Hautacuperche (Haw-takkubert),
el gomero ejecutor de Hernán Peraza que habría ‘nacido con buen
presagio’. La etimología de este nombre y la historia del personaje
destacan que se trató de un sujeto protegido por las divinidades de la
comunidad, el cual debía presidir todos los actos sociales de alguna
importancia para favorecer una realización exitosa, como corresponde a
los famosos hombres mascota del mundo amazighe continental.
Destino marcado
Después
de la muerte de Benchomo en la batalla de Aguere y la rendición de El
Realejo, el destacamento místico asentado en Agache dio por finalizada
la misión que se le había encomendado. Narra la tradición oral que se
inmolaron en un suicidio ritual desde los altos de la comarca que
custodiaban. Todavía se localiza en las inmediaciones un topónimo
conocido como la Fuga del Muerto, donde la memoria popular sitúa el
lugar por donde se “desriscaron”. Cumplían así con la obediencia jurada,
un día ya más o menos lejano, de entregar su vida y destino al centelleante dios Achaman.
Bibliografía
Arribas y Sánchez, Cipriano de. 2004 (1900). A través de Tenerife. Tenerife: Idea, p. 193.
Bethencourt Alfonso, Juan. 1991 (1880). Historia del pueblo guanche. Tomo I. Su origen, caracteres etnológicos, históricos y lingüísticos. La Laguna: F. Lemus Editor, p. 408.
Reyes García, Ignacio. 2009. Informe acerca de la voz Asantemir [en línea]:
Fernando Hernández González
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