Hemos hablado en varias ocasiones de Franz Fanon, esta vez vamos a hablar del sociologo judio-tunecino Albert Memmi que publicó su obra "Retrato del colonizador y Retrato del Colonizado" en 1957, unos 5 años antes de que Fanon publicara "Los Condenados de la Tierra".
No voy a comentar las ideas de Memmi, simplemente tratare de compartir con ustedes varios parrafos sobre algún tema en general. Memmi en estado puro y sin aditivos. En esta ocasión los parrafos tratarán sobre la mediocridad.
En el prólogo del libro, escrito por Jean-Paul Sartre, encontramos el siguiente parrafo:
Memmi ha descrito notablemente la secuencia de pasos que les lleva a la "auto-absolución" (del colono). El conservadurismo provoca la selección de los mediocres. ¿Cómo puede una elite de usurpadores, conscientes de su mediocridad, establecer sus privilegios? De un único modo: degradar a los colonizados y exaltarse a sí mismos.
Mas adelante encontramos el siguiente pasaje:
Lo contrario se aplica a hijos de los colonos nacidos en la colonia. Si bien la mayoría se aferra a su oportunidad histórica y la defienden a toda costa, hay algunos que optan por el camino opuesto, el rechazo de la colonización y, tal vez, dejan la colonia. Son en su mayoría personas muy jóvenes, los más generosos, los más abiertos que, al salir de la adolescencia, deciden que no quieren pasar su hombría en una colonia.
En ambos casos, lo mejor desaparece. Dejan la colonia ya sea por razones éticas, al no ser capaz de justificar el beneficiarse de la injusticia todos los días, o simplemente por orgullo, porque sienten que son de mejor material que el promedio de colonos. Fijan su mirada en ambiciones y horizontes distintos de los de la colonia que, contrariamente a lo que se piensa, son muy limitadas.
En cualquier caso, la colonia es incapaz de retener a los miembros destacados de su población: los que vinieron temporalmente regresan burlándose de la decepción de la colonia, aquellos indígenas que no pueden aguantar los juegos manipulados en las que es muy fácil alcanzar el éxito sin la aplicación de todas las capacidades de uno. "Los colonizados de éxito suelen ser superiores a los europeos en la misma categoría", me admitió amargamente un juez, "Usted puede estar seguro que se lo merecen."
La eliminación constante de los mejores colonos explica una de las características más frecuentes de los que permanecen en la colonia; su mediocridad.
La incoherencia entre las pretensiones, el prestigio y las responsabilidades de un colonialista, junto con la disparidad entre su capacidad real y los resultados de su trabajo, es demasiado grande.
Al acercarse a una sociedad colonial, uno no puede dejar de esperar encontrarse a una élite, o al menos una selección de los mejores técnicos, los más eficientes y los más aptos. Casi en cualquier lugar del mundo, esas personas ocupan, por derecho o de facto, los mejores puestos, lo saben y obtienen estima y honor por ello. La sociedad de los colonos tiene la intención de ser una sociedad de gestión y trabaja duro para dar esa apariencia. Las recepciones de delegados de la madre patria son más parecidos a los otorgados a un jefe de estado que a los de un prefecto. El viaje mas insignificante conlleva motociclistas de escolta, sirenas y silbatos. Nada se escatima con tal de causar una buena impresión sobre los colonizados, el extranjero y, posiblemente, el propio colono.
Al examinar la situación con más detenimiento, uno generalmente se encuentra sólo con hombres de baja estatura más allá de la pompa o simple orgullo del pequeño colono. Sin prácticamente ningún conocimiento de historia - los políticos que reciben la tarea de configurarla - siempre son tomados por sorpresa o son incapaces de preveer los acontecimientos. Los especialistas responsables del futuro técnico del pais resultan ser técnicos que están anticuados, ya que estan desprovistos de cualquier competencia. Por lo que se refiere a los administradores, la negligencia y indigencia de la gestión colonial son bien conocidos. Honestamente hay que decir que una mejor gestión de una colonia dificilmente forma parte de los propósitos de la colonización.
Puesto que no hay más raza colonizadora de la que hay colonizada, sin duda debe haber otra explicación para la incapacidad manifiesta de los gobernantes de una colonia. Ya hemos señalado la deserción de los mejores, una doble defección, de los nacidos en el país y de los recién llegados.
Este fenómeno da lugar a un efecto desastroso, los mediocres se mantienen, y para toda la vida. Esto es debido a que no tienen muchas mas aspiraciones. Una vez instalados, van a tener cuidado de no ceder su posición a menos que se les proponga una mejor (lo que sólo puede darse en una colonia).
Es por eso que, contrariamente a lo que comúnmente se cree, el personal colonial es relativamente estable. La promoción laboral de mediocres no es un error temporal, sino una catástrofe permanente de la que la colonia nunca se recupera. Las aves de paso, incluso si están inbuidos por una energía considerable, nunca tienen éxito en modificar el funcionamiento, o simplemente la rutina administrativa, de la administración colonial.
La selección gradual de los mediocres que necesariamente ocurre en una colonia se ve empeorada por un restringido campo de reclutamiento. Un gobierno racista y excluyente que administra los asuntos de la ciudad solo llama al colono por nacimiento, padre a hijo, tío a sobrino, primo a primo. La clase gobernante, exclusivamente del grupo de los colonos, por lo tanto, sólo se beneficia de una entrada insignificante de sangre nueva. Una especie de incesto, si se puede llamar así, se produce por la consanguinidad administrativa.
Son los ciudadanos mediocres los que establecen la tónica general de la colonia. Ellos son los verdaderos socios de los colonizados, ya que es el mediocre es el más necesitado de los privilegios y de la vida colonial. Entre ellos y los colonizados se crean las relaciones coloniales más típicas y duraderas. Tenderan a adherirse de manera mucho mas estrecha a esas relaciones, al sistema colonial, a su status quo, porque presiente que de ellas dependen ellos mismos y la totalidad de su existencia colonial. Lo han apostado todo y para siempre, en la colonia.
Incluso si todos los colonos no fueran mediocres, deben, en cierta medida, aceptar la mediocridad de la vida colonial y los hombres que en ella prosperan.
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