El Gran Marruecos y los grandes imperios marroquíes


Fuente: Wikipedia

Marruecos es nuestro desconocido vecino. En diferentes artículos hemos hablado del Sáhara, de Marruecos y del norte de África. De como Francia está en el origen del conflicto argelino-marroquí. Quizás hayas oído hablar del concepto del Gran Marruecos. Para entender este concepto y sus orígenes hay que entender su historia. Entender la historia y cultura de nuestro vecino puede ayudarnos a entender mejor nuestro entorno y superar nuestro punto de vista eurocéntrico.

Empecemos por el principio. Lo que históricamente diferencia a Marruecos del resto del mundo musulmán norteafricano ha sido  su independencia. Los tres mayores imperios que ha conocido el mundo musulmán han sido el Califato de los Omeyas (661-750), el Califato Abásida (750-1258) y el Califato Otomano o Imperio Otomano (1517-1924).

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Si bien el actual Marruecos perteneció al primer Califato, el Califato Omeya de Damasco, en el año 740 se produjo la Gran Revuelta Bereber que consiguió que Marruecos se independizara.  Esta fue la primera ocasión en que se produjo una escisión del Imperio islámico.

La revuelta, de base étnica bereber y religiosa jariyí, tuvo profundas causas socio-económicas, políticas y religiosas. Entre ellas se destaca la rebelión contra las exigencias de pureza religiosa quraish, contra la subordinación de los bereberes a la minoría dirigente árabe, a pesar de su conversión al islam, y contra la presión fiscal.

Mientras el islamismo sunnita considera que el califa debía ser un árabe varón miembro de la tribu de Quraish, los chiitas consideraban que debía ser Alí, sobrino de Mahoma, o un descendiente directo suyo. Es decir, para ambos, sunitas y chiitas, el sultán, califa o cualquier otro gobernante debía ser descendiente del profeta Mahoma.

Los jariyíes, al contrario, pensaban que la dignidad califal emana de la comunidad, que debe elegir libremente al más digno "aunque sea un esclavo negro". Defendían también que sin rectitud en el obrar no existe verdadera fe. Para el Jariyismo, todos los hombres son iguales, y condena los privilegios de la aristocracia Quraish descendientes de Mahoma.

El norte de Africa tras la gran revuelta Bereber
Tras la Gran Revuelta Bereber, el Califato Omeya siguió conservando parte del norte de África. Controlaba hasta la actual Túnez en donde instituyó la provincia de Ifriquiya, pero en Argelia y Marruecos surgieron varios reinos independientes. Tras la caída del Califato Omeya por la revuelta Abasida surgirá un nuevo califato que también logrará controlar el territorio solo hasta Túnez, no pudiendo someter a la parte Occidental del norte de África, es decir los territorios de Argelia y Marruecos. El Califato Abasida durará cinco siglos hasta la caída de Bagdad en 1258 a manos de los mongoles.

Posteriormente surgirán los grandes imperios bereberes de los Almohades y los Almorávides, con capital en Marrakesh, en las que Marruecos se convertirá en una gran potencia que dominará el norte de África Occidental y la península Ibérica. Estos Imperios bereberes o imazighen, se extendieron por gran parte del norte de África a través de territorios que hoy componen Marruecos, Sáhara Occidental. Mauritania, Argelia, Túnez, Libia y Mali, además de la península Ibérica.

Imperio Almorávide con capital en Marrakesh
Territorios bajo dominio Almohade con capital en Marrakesh

Tras la caída de estas dinastías surgirá el imperio Benimerí, también centrado en Marruecos y que será expulsado de la Península Ibérica a principios del siglo XIV, así como la dinastía Wattásida, la última de las denominadas dinastías bereberes, que controlaran partes más o menos extensas de ese territorio. Primero  las dinastías berebere de los Benimerí y posteriormente los Wattásida. 

Imperio Benimerí en su máxima extensión abarcando desde la costa atlántica hasta Túnez.
Sultanato Wattasida, comprendiendo partes del oeste de la actual Argelia como Tinduf y otros territorios 

Luego vendrán las dinastías árabes de los Saadi, los Jerifes y finalmente la dinastía Alauita que perdura hasta nuestros días de las que hablaremos más tarde.

Dentro del mundo islámico, el Imperio Otomano conseguirá integrar parte del norte de África hasta Túnez y partes de Argelia, pero los territorios marroquíes seguirán defendiendo celosamente su independencia bajo distintas dinastías. Por el contrario la franja norte de Argelia fue una provincia del Imperio Otomano durante 300 años, con Argel como su capital. El turco fue el idioma oficial y los árabes y bereberes fueron excluidos de los puestos de gobierno. Posteriormente Argelia se transformara en un valiato semi-independiente en el que, aunque seguirá perteneciendo al Imperio Otomano y reconociendo la autoridad religiosa del Califa, en la práctica el gobierno central dejará de tener una influencia efectiva.



Pero antes de seguir, explicaremos brevemente las diferencias entre Califa, Sultán, Emir y Vali. En el mundo islámico tenemos el título de Califa que es el sucesor y delegado de Mahoma, su función es la de ejercer la autoridad sobre los creyentes de acuerdo al modelo creado por Mahoma. Tiene el rango de Emperador y se le considera la máxima autoridad del mundo islámico. El Sultán por su parte es un titulo que equivale a monarca o rey, pero al mismo tiempo es la máxima autoridad religiosa en su reino.

Por su parte, Emir es un titulo de alto rango y usado en jeques de alto linaje. Es análogo a Príncipe, y un Emirato es análogo a un Principado. Finalmente Vali o Bey significa gobernador de una provincia o valiato. En el Imperio otomano el sultán nombraba a los valíes que, en principio, dependían directamente de él y ostentaban tanto el poder civil como el militar. El termino Valí es similar a los términos Pachá o Bey, que se refiere igualmente a los gobernadores.

Hemos comentado también en anteriores artículos, que la concepción del Estado en el norte de África es muy distinta a la concepción europea. En Europa, el Estado lo conforman unos limites fronterizos fijos mientras que en el Norte de África son más bien contratos personales de vasallaje y reconocimiento. Así tenemos el Bled es-Maghzen que es el área efectivamente controlada por el Sultán y sus funcionarios, y el Bled es-Siba que son áreas donde la administración del Sultán no llega o llega de forma poco efectiva, pero que reconocen la autoridad del Sultán..

Así podremos entender que, frente a la autoridad del Califa en el Imperio Otomano hacia el Este, surge la figura del Sultán de Marruecos hacia el Oeste. De esta forma, los pueblos del noroeste del Magreb han de decidir si se integran en el Imperio Otomano, o por el contrario mantienen su independencia reconociendo al Sultán de Marruecos.

Por otra parte, hacia el sur no estaba el Imperio Otomano sino el Imperio de Mali, en la parte norte de Senegal y partes de Mali, y el Imperio Songhai, ocupando partes de lo que hoy es Senegal, Gambia, Mali, Niger, Mauritania. Nigeria y Burkina Faso. Ambos de etnia negra y que durante los siglos XV y XVI dominaban el Sahel occidental .




Así tenemos Marruecos al norte, el Imperio Otomano al Este y los imperios "negros" Songhai y Maliense al sur separados por las arenas del desierto del Sáhara. En medio de estos centros de poder habitaban diversas tribus que reconocían la autoridad de alguno de estos grandes centros, pero cuyo territorio era Bled es-Siba, es decir un territorio que rendía vasallaje pero que no estaba bajo control directo por los centros de poder.

Aquí, hacia el sur, una vez más, el control exacto de un vasto territorio yermo de arena no tenía sentido, lo que tenia sentido era el control de las rutas de las caravanas transaharianas.

Principales rutas transaharianas en la edad media y moderna
Tras la caída de los grandes imperios bereberes surgirá la dinastía Saadi que establece su primera capital en Tarudant, una ciudad en el valle del Sus entre Agadir y Ouarzazat. Tras conquistar Marrakesh trasladan hacía allí su capital.

Los saadíes se hicieron con el poder en Marruecos en medio de una crisis.​ A finales del siglo XV, españoles, portugueses y otomanos habían establecido guarniciones en el territorio, que a la vez sufría enfrentamientos religiosos.​ La incapacidad de los benimeriníes para afrontar estas amenazas suscitó la crítica de morabitos que afirmaban ser jerifes, es decir, un descendiente del profeta Mahoma y por ello capacitado para gobernar.

Poco a poco los Saadies logran unificar un Marruecos dividido en diferentes emiratos. La victoria militar de Mohammed ash-Sheikh, oriundo de la región de Tafilalet, le permitió en 1554 proclamar la nueva dinastía saadí. Esta logró mantener la independencia del país frente a europeos y otomanos y emprender la expansión tanto por el Mediterráneo como en el África occidental

Pero los saadies no solo logran reinstaurar un Sultanato en Marruecos y expandirse hacia el Mediterráneo, sino que además se lanzan - tras vencer a los portugueses en la batalla de Alcazarquivir en 1578 en el que capturan gran cantidad de armamento europeo - a la conquista del imperio Songhai. Esta conquista es llevada a cabo con un ejercito de mercenarios e inmigrantes andalucíes comandado por Judar Pacha, otro andalucí nacido en Almería.

Marruecos en el siglo XVI 

Motivado por que el aumento del comercio marroquí con Europa, la meta de la conquista no era el control de las extensas arenas improductivas del desierto, sino el control de las rutas caravaneras y del comercio del oro proveniente de Ghana y del sur de la curva del rio Niger. hacia conveniente. De esta forma, Marruecos se hace con el control de parte de lo que hoy es el Sáhara Occidental, Mauritania y Mali. 

El ejercito marroquí liderado por Judar Pacha, tras apoderarse de las minas de sal de Taghaza, conquista Gao, en la actual Mali, capital del imperio Songhai y punto de partida de varias rutas transaharianas hacia el Este. Tras haber conquistado Gao, conquista también la ciudad de Tombuktú y la de Djenné. El Imperio Songhai colapsa y los marroquíes crean una provincia con los territorios conquistados y con capital en Tombuktú, que reconocerá a los sultanes marroquíes como sus lideres, tanto a los de la dinastía saadí como posteriormente a los de la dinastía alauita.


Tras la desintegración del Sultanato Saadi surgirán los alauitas. La dinastía alauita surge en Tafilalet, un importante oasis en las rutas transaharianas cerca de los montes Atlas. Bajo el liderazgo de Ismail Ibn Sharif (1672-1727) se empieza a crear un estado unificado, pero tras las luchas de poder que siguieron tras su muerte, las tribus se convirtieron una vez más en una fuerza política y militar, la idea de centralización fue abandonada y las tribus conservaron su autonomía.

Bajo este modelo, la dinastía alauita consigue ampliar su zona de influencia hacia el sur hasta el rio Senegal y hacia los territorios al oeste, en la actual Argelia, unos territorios que tras la colonización francesas esta agregará a Argelia arbitrariamente en detrimento de Marruecos como hemos explicado en otro artículo. Pero también amplia su zona de influencia hacia el sur, en lo que hoy es Mauritania y el Sáhara Occidental que también reconocen y se someten a la autoridad del sultán de Marruecos. 

Imperio alauita

Como hemos visto Marruecos logrará mantenerse como reino o sultanato independiente durante siglos, libre no solo de la influencia europea sino también logrará mantener su independencia frente al Imperio Otomano durante los siglos XVIII y XIX, mientras otros países de la región sucumbían al control francés, británico u otomano. 

Norte de África en la segunda mitad del siglo XIX

Pero a finales del siglo XIX Marruecos perderá la zona de Touat, Gourara y Tidiket a favor de Francia, y el Sáhara Occidental e Ifni a favor de España. Luego en los primeros años el siglo XX y tras la conferencia de Algeciras de 1906, el país se convertirá en un protectorado francés y español que se repartirán las zonas de influencia y los franceses anexarán la zona de Tinduf, Béchar y Adrar a Argelia en detrimento de Marruecos.

Bajo dominación europea. En la primera mitad del siglo XX, Marruecos central se convierte en protectorado francés, con la zona del Rif al norte y Cabo Juby al sur como protectorados españoles, e Ifni y Sáhara español como colonias españolas. 

Finalmente Marruecos conseguirá su independencia en 1956, con el enorme mérito de haberse deshecho no de una sino de dos metrópolis europeas (Francia y España).


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