Fuente: El Confidencial |
Durante las pasadas elecciones dos fuerzas políticas emergieron en el Estado español abanderando la bandera de la renovación y el cambio. Esas dos fuerzas fueron Podemos y Ciudadanos y cada día se constata más su fracaso. En el siguiente artículo discutiremos el fracaso de Podemos, en este analizaremos el fracaso de Ciudadanos.
Ciudadanos empezó bien, una base liberal moderada por un componente socialdemócrata y solidario en lo social era un mensaje prometedor, casi "integral" por aquello de trascender izquierdas y derechas, pero la realidad ha demostrado que eran un bluff, se disfrazaron de lo que no eran.
El problema de los liberales españoles es que siempre han sido liberales en lo económico pero no en lo político y esto es una grave contradicción porque el liberalismo clásico nació precisamente para combatir el centralismo y el autoritarismo. Un centralismo y un autoritarismo representado firmemente por el PP y con el que Ciudadanos se ha alineado. Los liberales fueron los que le cortaron la cabeza a los reyes, pero aquí son defensores de la monarquía.
Ciudadanos se alinea con la vieja guardia de partidos y defensores del régimen del 78 que se oponen frontalmente al referéndum catalán porqué supondría el triunfo del principio democrático de la voluntad popular sobre las reglas establecidas hace 40 años. Esto no es de extrañar si vemos los orígenes profundamente españolistas y anticatalanistas de Ciudadanos y la trayectoria de su líder Albert Rivera. En un país que nunca le ha cortado la cabeza a un rey, la emergencia de una fuerza "liberal" o "postliberal" es una necesidad impostergable. Pero Ciudadanos se disfraza de liberales sin serlo, o al menos sin serlo en lo que verdaderamente importa. Los podríamos clasificar como liberales en lo económico y conservadores en lo político. Como diría Bon Jovi, "you give love a bad name"o en este caso, en una traducción un tanto libre podríamos decir que "Ciudadanos prostituye el nombre del liberalismo".
Ciudadanos se alinea con la vieja guardia de partidos y defensores del régimen del 78 que se oponen frontalmente al referéndum catalán porqué supondría el triunfo del principio democrático de la voluntad popular sobre las reglas establecidas hace 40 años. Esto no es de extrañar si vemos los orígenes profundamente españolistas y anticatalanistas de Ciudadanos y la trayectoria de su líder Albert Rivera. En un país que nunca le ha cortado la cabeza a un rey, la emergencia de una fuerza "liberal" o "postliberal" es una necesidad impostergable. Pero Ciudadanos se disfraza de liberales sin serlo, o al menos sin serlo en lo que verdaderamente importa. Los podríamos clasificar como liberales en lo económico y conservadores en lo político. Como diría Bon Jovi, "you give love a bad name"o en este caso, en una traducción un tanto libre podríamos decir que "Ciudadanos prostituye el nombre del liberalismo".
Los liberales son los que defienden la libertad, pero Ciudadanos al ser liberal en lo económico pero no en lo político defiende una libertad combinada con jerarquía y poder natural. Entender la libertad de esa forma significa argumentar que el que tiene el poder pueda hacer lo que le de la gana, pisoteando los derechos de los demás, y eso, en última instancia es el absolutismo contra el que los padres del liberalismo se rebelaron.
Si Podemos ha desilusionado con su giro a la izquierda clásica a aquellos que esperaban algo distinto por la izquierda, Ciudadanos ha desilusionado a aquellos que esperaban algo distinto por la derecha. Los bandazos y las incongruencias de Albert Rivera y los suyos copiando las peores mañas de la vieja política - lo mismo que ha ocurrido en Podemos - está quitándoles la careta; amaño de primarias, nombramientos a dedo, etc... Por estas y otras razones más de 143 cargos públicos han abandonado el partido. Pero no solo se marchan los cuadros, las bases también se marchan desilusionadas.
Que Ciudadanos haya pervertido el nombre del liberalismo es especialmente grave, porque lo que necesita este país para sacudirse la capa del conservadurismo y del régimen del 78 es superar la dicotomía entre igualdad y libertad. Me explico, la idea de igualdad en un país donde la desigualdad y el privilegio ha sido la norma durante los últimos 600 años es una idea muy atractiva. El problema es que existe la percepción de que libertad e igualdad son opuestos en lugar de complementarios.
La gente tiende a creer que el intevencionismo es automaticamente de izquierdas y contrario al poder corporativo. Nada más lejos de la realidad. El poder corporativo depende de la intervención del gobierno en el mercado. El libremercado erosiona ese poder. Las subvenciones, los privilegios, los monopolios, las licencias, los oligopolios, y la creación de barreras de entrada legales así como un marco regulador que permite socializar los costes (de información y coordinación asociados con el tamaño) y privatizar los beneficios es lo que permite a las grandes corporaciones concentrar poder en lo que se ha venido a llamar "capitalismo mafioso" o "capitalismo de amiguetes". Son los empresarios del BOE, los del palco del Bernabeu. La clase empresarial española no tiene nada que ver con el libre mercado sino con las conexiones políticas, y esto ha sido así en España desde el tiempo de los adelantados y el comercio de flotas de la Casa de Contratación de Indias.
La gente tiende a creer que el intevencionismo es automaticamente de izquierdas y contrario al poder corporativo. Nada más lejos de la realidad. El poder corporativo depende de la intervención del gobierno en el mercado. El libremercado erosiona ese poder. Las subvenciones, los privilegios, los monopolios, las licencias, los oligopolios, y la creación de barreras de entrada legales así como un marco regulador que permite socializar los costes (de información y coordinación asociados con el tamaño) y privatizar los beneficios es lo que permite a las grandes corporaciones concentrar poder en lo que se ha venido a llamar "capitalismo mafioso" o "capitalismo de amiguetes". Son los empresarios del BOE, los del palco del Bernabeu. La clase empresarial española no tiene nada que ver con el libre mercado sino con las conexiones políticas, y esto ha sido así en España desde el tiempo de los adelantados y el comercio de flotas de la Casa de Contratación de Indias.
El dominio actual del panorama económico por parte de las grandes corporaciones, al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, no es producto de la libre competencia sino del intervencionismo gubernamental. A las grandes empresas no les gusta la competencia, la temen. La libre competencia ejerce una presión a la baja sobre los precios y una presión al alza sobre los salarios, por tanto disminuye los beneficios corporativos por ambos lados. Además, y mucho más importante, las hace vulnerables; el éxito en el mercado no tiene garantías de consolidación, ya que depende de superar a otras empresas en averiguar cuál es la mejor manera de satisfacer las preferencias de los consumidores que son siempre cambiantes.
En realidad si no hubiese una intervención gubernamental en favor de las grandes corporaciones, se podría esperar que las empresas fuesen más pequeñas, más planas, más numerosas y con un mayor empoderamiento de los trabajadores y consumidores. ... y esto es algo que la izquierda todavía tiene que descubrir.
Las grandes corporaciones han sido hostiles al libre mercado. La mayor parte del aparato normativo existente -incluyendo las regulaciones percibidas como restricciones al poder corporativo- fueron vigorosamente apoyados, presionados y en algunos casos incluso redactados por la élite corporativa. Jose Manuel Soria ha dicho que cuando accedió al Ministerio de Industria, los dirigentes de las grandes compañías del sector eléctrico le llevaban reales decretos ya redactados con el argumento de que tenían en su plantilla abogados del Estado que podían ayudar al ministro para acometer la necesaria reforma energética. Incluso la Ley de Propiedad Intelectual está diseñada para proteger los intereses de las grandes corporaciones de la competencia.
Desde el punto de vista de los incentivos a la innovación, el horizonte temporal en constante expansión de la protección de las patentes y derechos de autor, junto con multas excesivamente elevadas por las violaciones son excesivos. Estas medidas tienen más que ver con la maximización de los beneficios corporativos que con la obtención de un beneficio justo para los autores. El coste excesivo del registro de patentes, entre 200.000 y 300.000 dolares, está diseñado para que patente el rico y no el pobre, de forma que la innovación - que es lo que puede alterar los equilibrios e poder - esté totalmente controlada.
Tan solo hay un caso en donde a las grandes corporaciones les interesa el libremercado; cuando se trata de abrirles mercados a ellos. Es decir ellos son proteccionistas en casa y quieren libremercado fuera de casa, especialmente en el tercer mundo donde ellos pueden competir ventajosamente o colocar allí sus excedentes de producción, muchas veces por debajo de costes y haciendo dumping, para no afectar los precios en los mercados desarrollados. Dicho en otras palabras mi mercado es mio y el tuyo lo compartimos.
Tan solo hay un caso en donde a las grandes corporaciones les interesa el libremercado; cuando se trata de abrirles mercados a ellos. Es decir ellos son proteccionistas en casa y quieren libremercado fuera de casa, especialmente en el tercer mundo donde ellos pueden competir ventajosamente o colocar allí sus excedentes de producción, muchas veces por debajo de costes y haciendo dumping, para no afectar los precios en los mercados desarrollados. Dicho en otras palabras mi mercado es mio y el tuyo lo compartimos.
Los grandes acuerdos de librecomercio no son tales. Son acuerdos que les permiten a las grandes corporaciones saltarse las regulaciones medioambientales, laborales, etc.. en su país de origen para competir mas eficientemente contra cualquiera que quiera un pedazo del pastel.
¿Pero quien es el responsable de esta confusión entre libremercado e intereses corporativos?. En realidad hay tres responsables; la derecha conservadora, la izquierda y los propios liberales.
En la izquierda hay un amplio consenso, casi universal, de que libremercado y plutocracia corporativa son casi sinónimos. Para ellos los mercados globales liberalizados dejan la asignación de recursos en manos de las grandes corporaciones,... (como si las grandes corporaciones fueran producto del libremercado y no de la intervención estatal).
En realidad los mercados globales actuales los podríamos definir como proteccionistas en los países desarrollados y librecambistas en los países en vías de desarrollo y el tercer mundo, (cuando debería ser al revés) o al menos librecambistas en lo que a ellos les interesa. Por ejemplo la Política Agraria Común protege el mercado europeo de importaciones agrarias de países en vías de desarrollo y subvenciona practicas de dumping de productos europeos en economías en vías de desarrollo para colocar allí los excedentes de producción. De esta forma fabricamos azúcar en Europa, donde es caro producirla, y la exportamos al caribe donde es barata producirla. El mundo al revés. Que los países desarrollados abrieran sus mercados a los productos agrícolas de los países en vías de desarrollo ayudaría a estos a desarrollarse y desarrollar una clase media que los impulse por la vía de la democratización y el progreso. Pero claro eso tampoco interesa, ya que sabemos en Relaciones Internacionales que Occidente no "expande la democracia" sino apoya a dictadores. La razón es que que es más fácil y barato comprar el apoyo de un dictador que de una democracia. Un libremercado real a nivel global beneficiaria a los paises mas pobres contrariamente a lo que pregona la izquierda.
Incluso gente como Noam Chomsky es lo suficientemente inteligente como para reconocer que unos auténticos mercados libres aterroriza a la élite corporativa, pero luego está en contra del libremercado porque su propuesta es otra. A Chomsky le pasa como a Marx, que su análisis está bien encaminado pero su solución es errónea.
Si la izquierda hace todo lo posible para confundir libremercado con corporativismo, la derecha conservadora hace todo lo posible para fomentar esta confusión. Los conservadores han ocultado políticas corporativistas bajo la retórica del libre mercado. Cuando hablan de privatizar no hablan de introducir competencia sino de vender monopolios a los amiguetes o activos del Estado a precios de saldo de la misma forma que los reyes de antaño vendían puestos, privilegios, dávidas y cargos. En las campañas electorales hablan de recudir el déficit, reducir impuestos, promover la competencia y recortar los gastos. En la practica han hecho todo lo contrario, aumentar los impuestos, recortar el gasto pero no el despilfarro, es decir recortar servicios para los ciudadanos pero no las redes clientelares y los negocietes con los amigos. La derecha ha incrementado el tamaño del Estado y promovido el capitalismo mafioso que mete juntos en la cama al poder político y a las grandes corporaciones para enriquecerse conjuntamente en base a privilegios otorgados a golpe de BOE, que como comprenderás es justo lo contrario a un libremercado.
Por último los propios liberales también son culpables de esta confusión. Si a los liberales se les acusa de servir a los intereses corporativos, eso es porque, al menos en parte, es justo lo que están haciendo. Los liberales que tratan de mitificar y darle glamour a la realidad económica actual - como si el sistema estuviera definido por la racionalidad económica y el heroísmo empresarial - están más perdidos que el barco del arroz o son simples peones de la clase dominante. Esos liberales se toman cualquier crítica al poder corporativo como propaganda anti-mercado y las descarta sin analizar la cuota de verdad que podrían tener. Han mitificado la realidad, han confundido lo que es con lo que les gustaría que fuera y han caído en el dogmatismo que tanto critican, pero no se dan cuenta. Ciudadanos se precipita a la defensa de las grandes corporaciones del IBEX35 y de los modelos y prácticas de negocios predominantes a la primera ocasión, como si estos fueran fenómenos de libre mercado. También se precipita en magnificar el mito de la Transición española cada vez que puede, como si de aquellas lluvias no provinieran estos lodos.
Si fuesen realmente no ya "integrales" sino simplemente liberales, entenderían que lo que tienen que hacer es llegar a puntos de acuerdos con Podemos, los nacionalistas y el PSOE para aprovechar el pluralismo existente e introducir reformas encaminadas a una mayor transparencia y gobernanza. Que Podemos se opone porque actua irresponsablemente,... pues que empiecen a introducir propuestas razonables en lugar de jugar a perro faldero del PP y a ver si Podemos y el PSOE son capaces de votar en contra. Pero evidentemente sus propias contradicciones de ser liberal en lo económico pero no en lo político junto a sus neuras conservadoras y centralistas respecto a la sacra unidad de España, sus neuras antibolivarianas (parcialmente justificadas) y sobre todo su dogmatismo, le impiden actuar en ese sentido volviéndolos cómplices del régimen del 78 tal y como la ciudadanía lo percibe cada vez más.
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