Cospedal, la número dos del PP, dijo no hace mucho que "está de moda decir que los políticos somos la inmundicia humana" pero que la "corrupción es patrimonio de todos" y no le faltaba razón. En el fondo es lo mismo que dice Julio Anguita cuando afirma que "quien vota a los corruptos, los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos" tal y como ha pasado recientemente en Andalucía.
Si bien es emocionalmente satisfactorio pensar que existe una casta mala-malísima y que el pueblo es virtuoso, cualquiera que conozca un poco de historia sabe que esto no es así. La verdad incomoda es muy distinta; la sociedad española es tan corrupta como su gobierno.
La tiranía no se construye sobre las virtudes del tirano sino sobre los defectos de los gobernados. La gula no es el apetito excesivo del que nos habla la Iglesia Católica sino algo mucho más profundo. La gula es el deseo desordenado y hedonista por el placer. La gula no sólo entraña hedonismo en un sentido sensual, sino en un sentido más amplio incluye el no querer incomodarse y el placer particular de la no frustración —es decir la autoindulgencia.
El placer personal es el fin último y único de la persona, o mejor dicho, la huida y evitación del dolor, de la incomodidad y del sufrimiento. El goloso trata de escapar de todo lo que le haga sufrir o le exija esfuerzo o compromiso a largo plazo. Cuando el autoindulgente se autoexamina profundamente llega a comprender que tanto su búsqueda de placer como, sobre todo, su búsqueda de evitación del dolor son una reacción de escape ante la angustia, y una forma de huida de sí mismo y de la realidad.
La tiranía no se construye sobre las virtudes del tirano sino sobre los defectos de los gobernados. La gula no es el apetito excesivo del que nos habla la Iglesia Católica sino algo mucho más profundo. La gula es el deseo desordenado y hedonista por el placer. La gula no sólo entraña hedonismo en un sentido sensual, sino en un sentido más amplio incluye el no querer incomodarse y el placer particular de la no frustración —es decir la autoindulgencia.
El placer personal es el fin último y único de la persona, o mejor dicho, la huida y evitación del dolor, de la incomodidad y del sufrimiento. El goloso trata de escapar de todo lo que le haga sufrir o le exija esfuerzo o compromiso a largo plazo. Cuando el autoindulgente se autoexamina profundamente llega a comprender que tanto su búsqueda de placer como, sobre todo, su búsqueda de evitación del dolor son una reacción de escape ante la angustia, y una forma de huida de sí mismo y de la realidad.
Al autoindulgente ninguna situación le parece excesivamente grave, puede explicarlo todo: racionalizará, explicará, pondrá una etiqueta o elaborará una generalización brillante con tal de no entrar en una emoción profunda, con tal de no sufrir. La pasión de "más y mejor" que es la gula se manifiesta de forma generalizada en las relaciones interpersonales como un afán de gustar, de ser popular, de recibir admiración.
El autoindulgente es un individualista al que no le importa nada, un carácter alegre que lo pasa bien, que no cree en nada. Es un hombre light que lo justificara todo, especialmente la corrupción. Será tolerante con ella. Si uno no cree en nada, si uno implícitamente piensa que la autoridad no sirve, que el sistema está corrompido y que no hay nada que hacer entonces uno debe hacer lo que a uno más le conviene, es decir, aprovecharse hedonísticamente de ella. ¿Quién no ha escuchado en Canarias aquello de "tu también robarías si pudieras" o incluso "serías tonto si no lo hicieras"?.
Pero con ello únicamente está huyendo; huye de la incomodidad de tener que hacer algo, huye de la incomodidad de tener que asumir su parte de responsabilidad y esta actitud permisiva es el combustible que mantiene viva la corrupción. Evidentemente con mucha gente así, como ocurre con el narcicismo autoindulgente de la postmodernidad, es imposible que la colectividad funcione.
Pero con ello únicamente está huyendo; huye de la incomodidad de tener que hacer algo, huye de la incomodidad de tener que asumir su parte de responsabilidad y esta actitud permisiva es el combustible que mantiene viva la corrupción. Evidentemente con mucha gente así, como ocurre con el narcicismo autoindulgente de la postmodernidad, es imposible que la colectividad funcione.
Las personas predominantemente golosas se parecen a las lujuriosas tanto en su hedonismo como en su rebeldía. Pero mientras que la lujuria busca intensidad, la gula busca placer (y tal vez y más importante aún, evitar el dolor). También se parece a la pereza, en el sentido que no quiere saber, no quiere comprometerse, pero mientras que la pereza se refugia en la inacción, la autoindulgencia lo hace en la búsqueda del placer y la evitación el dolor.
Pero esta actitud no resuelve los problemas, tan solo los deja latentes, irresolutos. Es más, dicha aceptación pasiva y huida de la realidad es el combustible que mantiene vivo al sistema porque proporciona lo que todo poder necesita; el consentimiento del gobernando y la complicidad de la víctima.
Pero esta actitud no resuelve los problemas, tan solo los deja latentes, irresolutos. Es más, dicha aceptación pasiva y huida de la realidad es el combustible que mantiene vivo al sistema porque proporciona lo que todo poder necesita; el consentimiento del gobernando y la complicidad de la víctima.
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