El primer gran motivador del cambio es el DOLOR. La mayoría de las personas están tan cómodas dentro de su incomodidad que no son capaces de hacer lo que tienen que hacer para cambiar. No hacen nada hasta que ocurre algo que les proporciona el suficiente dolor para provocar ese cambio.
El dolor por si solo no es suficiente para generar un cambio social. Si no entendemos como podemos cambiar, si se nos convence de que no podemos aspirar a, de que no podemos ser, entonces, en lugar de la acción caemos en la inacción.
Muchos científicos sociales te dirán que los cambios llegan cuando se dan determinadas condiciones sociales, cuando el paro o el numero de gente educada es superior a un determinado porcentaje. Pero si hablas con revolucionarios sociales te dirán que no se trata de las condiciones sino de las emociones. Ese es el gran secreto.
La moral significa ante todo la capacidad para enfrentar la vida frente a la desmoralización. Un hombre, una sociedad, altos de moral, tienen coraje suficiente para enfrentar la vida y las dificultades. Un hombre, una sociedad, baja de moral acepta sumisamente el estado de las cosas porque se ve incapaz de enfrentarse al entorno para cambiarlo.
La desmoralización conduce a la pasividad y la pasividad a la innacción y al mantenimiento del status quo |
El estado de animo necesario para cambiar las cosas, asumir riesgos y pasar a la acción no puede venir de fuera sino tiene que venir de dentro del hombre mismo. En este punto urge incidir en la autoestima, en el autoconcepto: ¿qué soy?, ¿quién soy?
Es por ello que el primer rival contra el que tenemos que luchar es contra nosotros mismos. Contra nuestra falta de empatía, contra las creencias que han introducido en nuestra mente y contra el opresor que llevamos dentro. Contra el miedo a la libertad desde las emociones y el pensamiento, y siempre dentro de nuestro entorno de influencia. Acuerdate del lema ecologista "piensa en global y actúa en local".
Antes de liberar un pais hay que liberar los corazones y las mentes. El cambio social no es una cuestión de condiciones sino de emociones y de determinación. Por eso es tan importante conocer el estado de animo de las poblaciones y por eso es tan importante manipularlo y destruir la fuerza de voluntad de los individuos.
El fin de la guerra psicológica es destruir la moral del enemigo para lograr la victoria militar y para ello se emplean dos métodos diferentes, uno el militar y otro el político. El método militar se practica en los campos de batalla, directamente contra el combatiente y su capacidad de resistencia, mientras que el método político se dirige hacia la retaguardia, básicamente contra la población civil.
No en vano la victoria militar se obtiene cuando se destruye la moral y el espíritu de resistencia del enemigo y no en vano Clausewitz dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Si entendemos que estamos en un conflicto de baja intensidad y entendemos que el cambio social es una lucha emocional por superar nuestros miedos y barreras emocionales, podremos delimitar si nuestras acciones son contraproducentes o por el contrario nos ayudan a acercarnos al objetivo.
Desgraciadamente el campo independentista canario es experto en desmoralizar a la población canaria y a sus propios militantes. Lo primero es separar el ruido de la información. Demasiada gente hablando y demasiadas soluciones obsoletas. Soluciones, que en la mayor parte de los casos son tan solo la búsqueda de una respuesta sencilla y cómoda ante algo que no entendemos. Por eso la dogmatizamos, por eso eso la mitificamos.
Pero el efecto de todo este ruido es que confunde a los demás, contribuyendo a su desorientación y a su desmoralización. Es ahí donde está el reto, proponer soluciones fácilmente entendibles pero al mismo tiempo reales. Soluciones basadas en la realidad y en las circunstancias concretas y no en la mitificación. Complicar lo sencillo es fácil, simplificar lo complicado es lo complejo.
El dolor no es suficiente. Es necesario crear las emociones que lleven a la autoestima y a la acción en lugar de a la desmoralización. Para ello hay que terminar con el ruido que desorienta y hacer que la gente entienda como funciona su realidad, los mecanismos de opresión y como puede cambiarlo, pero desde la realidad y no desde el mito. Eso requiere de estrategia, de formación y de organización, de lo contrario es malgastar energias dando palos de ciego e iniciando acciones que no llevan a ninguna parte con la consiguiente desmoralización de la militancia. El dolor no es suficiente, la buena voluntad tampoco.
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