El video de la contestación de Pepe Lopez, de mi tierra televisión, no solo falló en desmontar las mentiras económicas sobre Canarias al alcalde de Toreno, Pedro Muñoz, sino que también muestra algo más profundo. Algo que Albert Memmi describe perfectamente; el síndrome del colonizado que quiere ser asimilado.
Con esto no quiero ofender a nadie, tan solo poner de manifiesto un cuadro psicológico común en la sociedad canaria. Así que espero que Pepe Lopez no se ofenda.
Para empezar el delirio asimilacionista, el presentador introduce el tema diciendo que Canarias no es una colonia ni nunca lo ha sido. Si seguimos esa linea de razonamiento imagino que el atentado contra Antonio Cubillo en Argel - para que no introdujera a Canarias en la lista de la ONU de territorios a descolonizar - fue gratuito por España, puro deporte. En fin que la acomplejada simploneria sobre si Canarias no es una colonia ni siquiera voy a entrar a debatirla.
Con esto no quiero ofender a nadie, tan solo poner de manifiesto un cuadro psicológico común en la sociedad canaria. Así que espero que Pepe Lopez no se ofenda.
Para empezar el delirio asimilacionista, el presentador introduce el tema diciendo que Canarias no es una colonia ni nunca lo ha sido. Si seguimos esa linea de razonamiento imagino que el atentado contra Antonio Cubillo en Argel - para que no introdujera a Canarias en la lista de la ONU de territorios a descolonizar - fue gratuito por España, puro deporte. En fin que la acomplejada simploneria sobre si Canarias no es una colonia ni siquiera voy a entrar a debatirla.
La reacción emocional de Pepe Lopez se podría explicar ante el descubrimiento de que el español "no me aprecia", "no me ama", "no me considera un igual".... bien, ... welcome to reality,.... esa es la tragédia que todo candidato a la asimilación descubre antes o despues.
el primer intento del colonizado es cambiar de condición cambiando de piel. Encuentra un modelo tentador e inmediato: precisamente el del colonizador. Este no sufre ninguna de suscarencias, tiene todos los derechos, goza de todos los bienes y se beneficia de todos los prestigios. Dispone de honores y riquezas, de la autoridad y la técnica. Es el otro término de la comparación, que aplasta al colonizado y le mantiene en la servidumbre. La primera ambición del colonizado será alcanzar ese modelo prestigioso y asemejársele hasta el punto de confundirse con él.
De esta conducta, que presupone efectivamente la admiración hacia el colonizador, se ha deducido una supuesta aprobación de la colonización. Pero, por una dialéctica evidente, en el momento en que el colonizado pacta más con su destino, se niega a sí mismo con mayor tenacidad. Es decir, rechaza de otra manera la situación colonial. El rechazo de sí mismo y la estima por el otro son rasgos comunes a todo candidato a la asimilación.Y los dos componentes de este intento de liberación están fuertemente ligados: el amor por el colonizador está cimentado sobre un complejo de sentimientos que van desde la vergüenza hasta el odio hacia sí mismo.
Los párrafos anteriores son de Albert Memmi, el escritor tunecino autor de Retrato del Colonizador y Retrato del Colonizado. En uno de sus famosos discursos, el activista de los derechos civiles en USA Malcom X pregunta;
¿Quién te enseñó a odiar el color de tu piel? ¿Quién te enseñó a odiar la textura de tu cabello? ¿Quién te enseñó a odiar la forma de tu nariz y de tus labios? ¿Quién te enseñó a odiarte a ti mismo desde la parte superior de la cabeza hasta la planta de los pies? ¿Quién te enseñó a odiar a tu propia especie? ¿Quién te enseñó a odiar la raza a la que perteneces hasta tal punto que no quieres estar cerca el uno del otro? Ya lo sabes. Antes de venir preguntando si Muhammad enseña el odio, debes preguntarse ¿quién te enseñó a odiar a ser lo que Dios hizo de ti?.
El colonizado no es como es de forma natural. Es como lo ha hecho la colonización y el
colonizador. Por eso los cuadros psicológicos y sociológicos de los
pueblos colonizados y oprimidos son comunes. El canario, al igual que cualquier otro colonizado, es como es por reacción a la relación colonial. Por eso los cuadros psicológicos y sociológicos que describe Memmi para Tunez son comunes a la sociedad canaria.
La exageración de esa sumisión al modelo es ya muy reveladora. La mujer rubia, aunque sea sosa y de facciones desafortunadas, parece siempre superior a la morena. Un producto fabricado por el colonizador, una palabra suya, son recibidos siempre con confianza. Sus costumbres, sus ropas, sus comidas son copiadas literalmente, aunque sean incongruentes. El matrimonio mixto es la última expresión de esa tendencia entre los más osados. La admiración por los valores colonizadores no sería tan sospechosa si no implicara tal contrapartida. El colonizado no intenta solo enriquecerse con las virtudes del colonizador. Se encarniza en empobrecerse y en arrancarse de sí mismo en nombre de aquello en que quiere convertirse.Volvemos a encontrarnos, desde otro ángulo, con un rasgo que ya nos es familiar. El aplastamiento del colonizado es parte de los valores colonizadores. Cuando el colonizado adopta esos valores, acepta también su propia condena. Para liberarse, al menos así lo cree,admite su propia destrucción. El fenómeno es comparable a la negrofobia de los negros o alantisemitismo de los judíos. Las negras se desesperan desrizándose el pelo, que se les vuelvea rizar infaliblemente, y se torturan la piel para blanquearla un poco. (...) Igual que mucha gente evita exhibir a sus parientes pobres, el colonizado empeñado en la asimilación oculta su pasado, sus tradiciones y todas sus raíces, ahora infamantes
en el marco colonial la asimilación ha resultado imposible. El aspirante a la asimilación llega casi siempre a cansarse del precio exorbitante que tiene que pagar, y del que no termina nunca de eximirse. Descubre así, horrorizado, el sentido completo de su intento. Es dramático el momento en que se da cuenta que ha hecho suyas las acusaciones y condenas del colonizador, que se ha acostumbrado a mirar a los suyos con los ojos del fiscal. Estos no dejan de merecer reproches ni de tener defectos, ciertamente. Hay fundamentos objetivos en su impaciencia para con ellos y sus valores; casi todo es caduco, ineficaz o irrisorio en ellos. ¡Pero, bueno! ¡Son los suyos y él es, no ha dejado profundamente jamás de ser uno de ellos! Esos ritmos en equilibrio desde hace siglos, esa comida que le llena tan bien la boca y el estómago, son también las suyas» son él mismo. ¿Debe sentir vergüenza toda su vida de lo más real que hay en él? ¿De lo único que no ha tomado prestado? ¿Tiene que encarnizarse en la negativa de sí mismo? Además, ¿podrá soportarla? ¿Su liberación tiene necesariamente que implicar una agresión sistemática hacia sí mismo? Sin embargo, la mayor imposibilidad es otra. Pronto la descubre: aunque consienta en todo, no estará salvado. Para asimilarse no basta con despegarse de su grupo, hay que penetrar en otro; pero se encuentra con el rechazo del colonizador. Al esfuerzo obstinado del colonizado por superar el desprecio (que merecen su atraso, sudebilidad, su otreidad, tiene que admitirlo), a su sumisión admirativa, a su empeño aplicado de confundirse con el colonizador, de vestirse igual que él, de hablar y comportarse como él, incluso en sus tics y en su manera de cortejar a las mujeres, el colonizador opone un segundo desprecio: la ridiculización.
Afirma y explica al colonizador que esos esfuerzos son inútiles y que solo le otorgan un rasgo complementario: el ridículo. Pues nunca llegará a identificarse con él, ni siquiera a reproducir correctamente su papel. En el mejor de los casos, si no quiere herir demasiado al colonizado, el colonizador utilizará toda su metafísica caracterológica. Los temperamentos de los pueblos son incompatibles; en cada gesto subyace el alma entera de la raza, etc. Más brutalmente, llegará a decir que el colonizado solo es un mono. Y cuanto más sutil es el mono, cuanto mejor imita, más se solivianta el colonizador. Con la precisión y el olfato agudizado que desarrolla la malevolencia, rastreará el matiz revelador en las ropas y ellenguaje, la «falta de gusto» que siempre se acaba por descubrir. Un hombre a caballo entre dos culturas difícilmente está bien sentado, y es lógico que el colonizado no encuentre siempre el tono exacto.Se recurre a todo lo imaginable para que el colonizado no pueda dar el salto, para que comprenda y admita que ese camino no tiene salida y que la asimilación es imposible. Lo que hace bien inútiles los lamentos de los humanistas metropolitanos e injustos sus reproches hacia el colonizado. ¿Cómo se atreve a rehusar, afirman sorprendidos, esa generosa síntesis en la que no puede sino ganar? Es el colonizado el primero que desea la asimilación y es el colonizador quien se la niega.
En definitiva, su fracaso no se puede atribuir solo a los prejuicios del colonizador, ni si-quiera al retraso de los colonizados. La asimilación, lograda o fracasada, no es la única cosade buenos sentimientos o de psicología. Una serie suficientemente amplia de coyunturas afor-tunadas han conseguido prácticamente desaparecer en el grupo colonizador. Está claro, sin embargo,que un drama colectivo no podrá ser resuelto nunca a base de soluciones individuales. El individuo desaparece con su descendencia, y el drama del grupo continua. Para que la asimilación colonizada tuviera un alcance y un sentido tendría que afectar a un pueblo entero; es decir, toda la condición colonial debería verse modificada. Pero, lo hemos demostrado suficientemente, la condición colonial solo puede cambiarse por la supresión de la relación colonial. Recuperamos la relación fundamental que une nuestros dos retratos, dinámicamente engranados el uno en el otro. Comprobamos una vez más que es inútil pretender actuar sobre uno u otro sin operar sobre esta relación, es decir, sobre la colonización. Decir que el colonizador debería aceptar de buen talante la asimilación y, por tanto, la emancipación del colonizado es escamotear la relación colonial. Como presuponer que pueda proceder por sí mismo a una transformación total de la situación: a la condena de los privilegios coloniales; a los derechos exorbitantes de los colonos y los industriales; a pagar humanamente la mano de obra colonizada; a la promoción jurídica, administrativa y política de los colonizados; a la industrialización de la colonia… En suma, al fin de la colonia como tal colonia, al fin de la metrópoli como tal metrópoli. Sencillamente, se invita al colonizador a terminar consigo mismo. En las condiciones contemporáneas de la colonización, asimilación y colonización son términos contradictorios
¿Qué le queda por hacer al colonizado? No pudiendo salir de su condición con el asentimiento y la complicidad del colonizador, intentará liberarse de él: se rebelará. Lejos de sorprendernos de las rebeliones colonizadas, tendríamos que llenarmos de asombro de que no sean más frecuentes y más violentas. En verdad, el colonizador se cuida de evitarlo: permanente esterilización de las minorías, destrucción periódica de las que llegan asurgir a pesar de las precauciones, mediante la corrupción y la opresión policíaca; aborto por provocación de todo movimiento popular, y aplastamiento brutal y rápido de los mismos. Hemos señalado también la duda del mismo colonizado, la insuficiencia y la ambigüedad de una agresividad de vencido que admira a su vencedor. Su esperanza siempre tenaz en que el enorme poder del colonizador acabaría por alumbrar una gran fuente de bienes.Pero la rebeldía es la única salida a la situación colonial que no sea un engaño, y esto, el colonizado lo descubre antes o después. Su sujeción es absoluta y exige una solución absoluta; una ruptura y no un compromiso. Ha sido arrancado a su pasado y paralizado en su porvenir, sus tradiciones agonizan mientras él pierde la esperanza de adquirir una nueva cultura; carece de lengua, de bandera, de técnica, de existencia nacional o internacional, de derechos y de deberes: ya no posee nada, no es nada ni espera nada. Además, la solución es cada día más urgente, cada día necesariamente más radical. El mecanismo de anonadamiento del colonizado,accionado por el colonizador, no puede sino agravarse cada día. Cuanto más aumenta la opresión, más necesidad tiene el colonizador de una justificación, más tiene que envilecer al colonizado, más culpable se siente, más tiene que justificarse, etc. ¿Cómo escapar si no es por la ruptura, por el estallido, cada día más explosivo, de este círculo infernal? La situación colonial, por su propia fatalidad interior, provoca la rebelión. Porque la condición colonial no es susceptible de arreglo; como una cadena, solo puede ser rota.
Asistimos entonces a una verdadera inversión de los términos. Abandonada la asimilación,la liberación del colonizado tendrá que efectuarse mediante la reconquista de sí mismo y deuna dignidad autónoma. El impulso de atracción hacia el colonizador exigía en última instancia un rechazo de sí mismo. El rechazo del colonizador será el preliminar indispensable a larecuperación de sí mismo. Hay que desembarazarse de esa imagen acusadora y aniquilante,hay que atacar de frente a la opresión, ya que es imposible escapar a ella. Después de haber sido tan largamente rechazado por el colonizador, llega al fin la hora en que es el colonizado quien rechaza al colonizador.
Un godo no es más que eso, un español que es honesto y te dice que la asimilación es imposible, y, si además es un colono significa que es un privilegiado ilegítimo y un usurpador que ha aceptado serlo. Por otra parte un "peninsular" no es más que un español que no es lo suficientemente honesto como para decirte que la asimilación es imposible y trata de
Durante el movimiento pro derechos civiles en USA muchos líderes negros estaban mendigando la entrada en la
casa del opresor, es decir la asimilación, pero Malcom X no queria ser
asimilado y te invitaba a construir tu propia casa. En el documental sobre su vida Make it Plain, el actor Ossie Davis nos
dice;
La mayoría de nosotros los negros en realidad pensabamos que éramos libres sin ser conscientes de que en nuestro subconsciente todas esas cadenas que creíamos habían sido expulsadas todavía estaban allí. Existian multiples formas en la que lo que realmente nos motivaba queriamos era nuestro deseo de ser amado por el hombre blanco. Malcolm pretende acabar con esa sensación de inferioridad. Sabía que iba a ser doloroso. Sabía que la gente te podían matar por ello, pero se atrevió a correr ese riesgo.
Antes de descolonizar un país hay que descolonizar las mentes y los corazones, ......hay que perder el miedo y sanar nuestro subconsciente liberandolo de los complejos, culpas, temores e ideas tóxicas que han sido habilmente depositadas allí. Para solucionar los problemas de Canarias tan solo tenemos que dejar de intentar convertirnos en la caricatura de lo que no somos y recuperar la esencia y la dignidad de lo que realmente somos.
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