Por Adal Fernandez
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—Te
aconsejo que no pongas más tu foto en el CV.
—OK— asentí
contrariado.
—Y toda
esta información personal—el manager echó un vistazo al papel y sonrió—aquí no
sirve de nada.
Su inglés
era de academia, era un estándar con el que intentaba mantener las distancias a
la vez que disimulaba su origen, que lo mismo podía ser francés que italiano.
No importaba. Lo mismo que no importaba mi foto, no importaba si yo era negro o
blanco y desde luego tampoco parecía importarle mi lugar de nacimiento, ni mi
edad siquiera.
—En mi país
es imprescindible. Quizá la parte más importante del CV—dije tendenciosamente.
Comprobó
instintivamente la casilla en la que yo había escrito “Islas Canarias” y volvió
a sonreír.
—Bueno,
aquí se da igualdad de oportunidades a todo el mundo. Si haces el trabajo, no
me importa nada más.
Por
supuesto, todos sabemos que no hay igualdad de oportunidades en Canarias, todos
sabemos que la información personal de un candidato es vital para reconocerlo
si está en tu círculo de amigos o familia, y que su foto y su lugar de origen
son ideales para disparar la máquina de prejuicios y estereotipos, cuando no la
de contratar a paisanos y compatriotas. Todos sabemos cómo se consigue trabajo
en Canarias pero oírlo tan escueta y directamente de un completo desconocido
todavía duele. Duele porque sabes que está mal. Tu país está mal, hace las
cosas mal. Tu país no funciona.
—Bueno, por
eso estoy aquí—respondí algo nervioso.
—Bien.
Vamos abajo para que conozcas al equipo.
Y el equipo
era un fiel reflejo del negocio y de lo que le rodeaba. Sencillo, humilde,
funcional. El restaurante estaba incrustado en una típica casa ocre como todas
las demás, como aquella donde estaba el banco o la oficina del paro, o aquella
donde había un hotel. Ninguno de esos negocios u oficinas tenía brillantes
maquinitas que sustituyen a la gente para darte número, llamarte en tu turno o
conectarte a internet para que pidas una cita, como sí hay en Canarias. Ninguno
era una grandiosa obra faraónica, ninguno presumía de estrellas ni de lujo y
sin embargo funcionaban, aun estando igualmente abarrotados. Te trataban bien,
te daban respuestas concisas, te informaban sobre tus derechos y no te cobraban
intereses inventados ni te tomaban por tonto. Comparado con el Jobcentre de
Chesterton Lane, cualquier oficina de la Seguridad Social en Canarias era como
una nave espacial; llena de paneles, luces led parpadeando y voces mecánicas
indicando número, mesa y trámite, con acento de Valladolid. Aquí sólo había
gente que sabía lo que hacía, sillas y mesas, bolígrafos y un par de
ordenadores. Así de simple.
Toda la
vida escuchando que había países que “funcionaban porque eran ricos” y vengo a
descubrir emigrando que eran ricos porque funcionaban. Y el nuestro ninguna de las
dos cosas... ¿O sí? Porque alguien sacó tajada de la venta de las maquinitas,
alguien contrató a sus paisanos, alguien recorrió dos mil kilómetros para
mandar en los ejércitos, la policía, la universidad y el monopolio energético.
Alguien se beneficia de Canarias, después de todo ¿Seremos uno de esos países
ricos que no funcionan porque su riqueza acaba en las manos, principalmente
foráneas, equivocadas? Me falla la memoria, ¿me pueden recordar qué nombre le
dábamos a esos países en clase de historia?
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Sr Adal Fernández, totalmente de acuerdo con su articulo, como dice nuestro compatriota, Jorge Dorta esto no es por casualidad, es por diseño colonial, el síndrome de colonizado, despatriado, y amedrentado ve el enemigo en el INDEPENDENTISTA, y se alinea con el colono usurpador, y esto cambiara el dia que este pobre pueblo salga de la castración mental y psicológica, y recupere la memoria entendimiento y voluntad.
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