- ¿Está Canarias desahuciada?
- ¿Hay esperanza? ¿Es posible ponerle remedio? ¿Es culpa nuestra?
- ¿Crees que es posible cambiar una sociedad rota sin entender lo que realmente está ocurriendo?
Cuando Canarias accede a la autonomía en 1982, muchos creyeron que el viejo caciquismo se había agotado. Pero lo que ocurrió fue lo contrario. El caciquismo se transformó, se modernizó y se atrincheró. Dejó de ser solo una red de favores personales para convertirse en un sistema de dependencia legalizada sostenido por cuatro pilares: el Régimen Económico y Fiscal (REF), la financiación autonómica, los fondos europeos y la ley electoral.
El caciquismo canario no es un residuo arcaico, sino una continuidad colonial disfrazada de autonomía. Su raíz profunda está en la alianza entre élites locales y Estado central, en un modelo económico dependiente y en una cultura política paternalista que sustituye el derecho por la dádiva y la libertad por la subvención. Hasta que Canarias no recupere la conciencia de que la libertad no se delega, seguirá siendo gobernada por caciques que se creen europeos y modernos porque llevan corbata en lugar de guayabera.
El REF - en lugar de democratizar el desarrollo - cortó alas y puso camisas de fuerza. Consolidó los intereses foráneos y una economía extractiva basada en el saqueo - de consumidores, trabajadores y medio ambiente - que depende más de los incentivos públicos que de la innovación o la productividad.
Mientras las grandes corporaciones españolas y extranjeras se beneficiaban comprando Canarias con los impuestos que se ahorraban en Canarias gracias al REF - es decir que les salía gratis comprándonos con el dinero que tenían que habernos pagado en impuestos, es decir con nuestro propio dinero - el pequeño empresario, el trabajador o el joven investigador siguieron atrapados en una economía de baja productividad y reducidos horizontes. Y es que el REF - y especialmente la RIC y otros incentivos similares del REF - son el instrumento perfecto de extracción de rentas coloniales, el instrumento perfecto de desposesión de la población nativa, de su aniquilación.
Cada proyecto de financiación europeo se convirtió en una oportunidad de clientelismo y de robo, más que en una herramienta de transformación. El resultado fue una “modernización administrada” basada en el reparto del botín; infraestructuras sin estrategia, proyectos efímeros y una dependencia crónica del exterior.
Y así si la UE da dinero para hacer trenes porque su política es desarrollar la conectividad ferroviaria europea, pues hacemos trenes aunque no tengan sentido en las islas. Y si mañana son estaciones de esquí, pues ponemos una Lanzarote, ya puestos, lo importante no es que funcione sino la obra. Una obra que hacen las grandes constructoras españolas con los canarios como subcontratistas ¿El resultado? Infraestructuras sin estrategia. Puertos vacíos, trenes absurdos y fondos malgastados.
El neocaciquismo institucional no solo se impone por la fuerza sino por la costumbre. Canarias ha interiorizado una cultura política de la subvención, donde el mérito no reside en crear valor sino en saber acceder al dinero público. Empresas, ayuntamientos, universidades y asociaciones funcionan dentro de una lógica de dependencia vertical, de subordinación al presupuesto, al cacique, al partido político que ha invadido todas las áreas de la sociedad, incluyendo las que no le pertenecen.
Esa cultura perpetúa el caciquismo bajo nuevas formas. Ya no hay solo “señoritos” y "apellidos ilustres", también “técnicos”, “gestores” y “consejeros” y "magos con corbata" que deciden quién entra y quién queda fuera del reparto,... y que se llevan su buena tajada, tanto como para permitirse chalets en Miami con servicio "de color" en uniforme y guante blanco.
El caciquismo contemporáneo ya no se apoya solo en la ignorancia del pueblo, sino también en su dependencia estructural y en la eliminación de las libertades económicas. El ciudadano necesita la mediación del cacique para acceder a los recursos. Y es que a mayor burocracia, mayor papeleo y mayor intervencionismo,... mayor poder del cacique para dar, quitar, conceder o negar. Ya no hay puertos francos, todo necesita de una licencia, de un papel, de la firma de un funcionario y eso hace crecer el poder del cacique de forma exponencial. Todo funciona despacio, y quien se sale del tiesto sufre las consecuencias, un barco al que no dejan descargar en el puerto hasta que la carga se pudre, un pastor al que no dejan pastorear en el campo para que compre el pienso del importador, unas papas que entran en plena temporada de producción local para tirar los precios y arruinar a los agricultores, un retraso en un permiso que cuesta millones y que se tiene que desbloquear con sobres por debajo de la mesa. El miedo a la sanción y al bloqueo es la forma moderna del látigo. Y esa es la forma más sofisticada de dominación: la dependencia que se disfraza de ayuda, la tutela que se llama autonomía, el vasallaje que se firma en el BOE, la dependencia económica convertida en hábito cultural.
Canarias ha logrado cierta autonomía pero no soberanía. Ha logrado modernización, pero no desarrollo ni emancipación. Los grandes beneficiados de las infraestructuras no han sido los canarios sino las multinacionales españolas que las construyeron o las mantienen. Y es que las infraestructuras deben construirse para generar dinamismo, pero el dinamismo mueve la silla de los caciques y altera los equilibrios de poder si no lo controlan. Por lo tanto hago infraestructuras pero sin dinamismo, hago "la obra" y ya está. Y por eso tienes infraestructuras vacías como el puerto de Granadilla, Tazacorte o Arinaga, pero no tienes el dinamismo que deberían crear.
Y es que, como ya hemos dicho, el caciquismo es el brazo local del poder central. En Canarias no se gobierna para Canarias sino se "gestiona" para Madrid o Bruselas, para sus objetivos e intereses.
Pero el canario defiende sus cadenas diciéndose europeo y español, el muy ultraperiférico, sin entender que autonomía sin conciencia es vasallaje con estatuto. La soberanía empieza por la conciencia, por entender el fondo del sistema para dejar de reproducirlo. La única salida es cultural y política. Significa recuperar la cultura del mérito, la productividad y el honor frente a la cultura de la dádiva. Reconectar la libertad con la responsabilidad, sacudirnos las cadenas.
Mientras la riqueza se mida por la subvención y no por el valor añadido o mientras la política se base en la administración de fondos e intereses ajenos, en la obediencia a Madrid o a Bruselas, el archipiélago seguirá atrapado en su propio laberinto: un país quasi-moderno gobernado por caciques al servicio del Gobierno de España incapaces ni si quiera de ejecutar en su totalidad los presupuestos. Y me da igual si son caciques de toda la vida disfrazados de timple y romería o caciques progres postmodernos ecologetas disfrazados de sostenibles y solidarios.
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Los artículos de este blog no son debates teóricos, son batallas por la definición de la realidad. Las narrativas no son inocuas, según quién las use son instrumentos de liberación o de poder y dominación. Mientras dejemos que otros dominen el relato, que escriban nuestra historia o eduquen a nuestros hijos según su versión de las cosas, otros establecerán el marco y definirán quienes somos,... definiendonos como apéndices y no como sujetos y escritores de nuestro propio destino. Si crees que a alguien le vendría bien leer este artículo comenta y comparte...

El análisis que planteas encaja perfectamente en una lectura de larga duración: lo que hoy llamamos neocaciquismo no es una anomalía reciente, sino la versión contemporánea de un mismo patrón histórico. Desde las crónicas de la conquista ya aparece la figura del intermediario: el poder local que media entre la población y una autoridad exterior. Aquel sistema, basado en la obediencia y la extracción, pasó luego a los mayorazgos, a los terratenientes del Antiguo Régimen y más tarde al caciquismo electoral del siglo XIX, donde los apellidos ilustres controlaban trabajo, tierras y voto. Cada época vistió el mismo mecanismo con ropajes distintos.
ResponderEliminarY eso conecta directamente con lo que denuncias en el artículo: hoy el intermediario no es el señorito ni el terrateniente, sino el gestor institucional que administra fondos ajenos —estatales o europeos— y reproduce la misma relación jerárquica de dependencia. El neocacique, como el antiguo, no gobierna un proyecto propio, sino que actúa como brazo local de intereses exteriores. Su autoridad no nace del mérito ni de la capacidad de generar riqueza, sino de su posición como distribuidor de recursos que no controla, pero que reparte.
La continuidad es clara:
ayer era el control de la tierra;
después, el control del voto;
hoy, el control de la subvención.
En todos los casos, la población es tratada como masa administrada, no como cuerpo político soberano. Por eso tu conclusión es tan pertinente: hablar del caciquismo no es mirar atrás, sino diagnosticar el presente. Solo cuando Canarias rompa esa lógica histórica de tutela —económica, administrativa y mental— podrá dejar de repetir, siglo tras siglo, la misma estructura con distinto nombre. Solo desde la conciencia colectiva y desde un orgullo que no sea folklórico, sino político, podrá construirse una modernidad con autonomía real y no solo decorativa.
excelente análisis....
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